domingo, 25 de noviembre de 2012

Historias de un Infierno V




Qué difícil es hallar una imagen de este tipo cuando una búsqueda de esta índole arroja puras imágenes porno ¬¬




Todos nacimos por amor, mas no todos nacimos para amar.


Oro. La vanidad materializada. Un buen nutriente para el ego. El afán de dar a un metal el valor suficiente para manejar tanto la economía mundial como para determinar el poder adquisitivo de una persona, o incluso su buen (o mal) gusto.

Yo caí en esas malas artes desde antes de nacer. Quien diga que uno forja su propio destino sigue en un mundo tan irreal como el paraíso o el infierno. Esos seres humanos que me concibieron se dedicaban a la joyería antes de engendrarme. Desde que mi mente aprendió a retener recuerdos los he visto dedicarse a ello, sin mayor impresión de mi parte más que el hecho, inconcebible para mí, que un pedazo de metal amarillo sin chiste era el que proporcionaba el dinero para que comiera, vistiera bien y tuviese, en términos casi proverbiales "la educación que ellos no tuvieron". Lo que mis padres probablemente nunca sabrán es que, entre más abro mi mente al conocimiento, más miserable me siento por ello. La ignorancia es una dicha, y a mi gusto es una máxima tan cierta como aquélla que reza "todo es relativo y esto es absolutamente cierto". Hemingway dijo que la felicidad en la gente inteligente es lo más raro que ha escuchado en su vida. Comparto esa opinión.

Desde que vi que había otras formas de ganar dinero para comer, supe que la joyería no era para mí. Me prometí nunca terminar como joyero. Pero el destino nunca carece de ironía. He tomado las suficientes decisiones equivocadas como para sentir que no hay vuelta de hoja. Y a diferencia de los ancianos filosóficos que (no hallo otra palabra para referirme a ello) siempre dicen la misma pendejada de "si pudiese repetir mi vida cometería los mismos errores", yo regresaría para corregir todos y cada uno de ellos.

Ahora soy joyero, y probablemente así me muera.

Lo único bueno que me ha dejado este oficio es el dinero para mantener mi orondo cuerpo, producto de vicios y abundante (aunque mala) alimentación. Pero fuera de ello no le hallo mayor beneficio. Ya no recuerdo cuándo fue la última vez que tuve 2 días felices seguidos. Me sabe a cuento de hadas el recuerdo de despertar con una sonrisa, dar gracias a aquéllo que nos vigila desde alguna dimensión alterna (que todos nos limitamos a decir que está "allá arriba"), y vivir con mucho entusiasmo. Hoy no puedo despertar sin estar amargado. Me desespera estar rodeado de gente, a pesar de ser el pan de cada día. Ya no sé en qué momento me volví tan neurótico. Me duele la quijada cada vez que sonrío, puesto que ya no lo estilo. Por el cambio de la escuela al trabajo perdí a la mujer que quería entonces. Ahora me da gracia escuchar historias de amores de escuela. Esa inocencia de desconocer que, una vez que sales y empiezas a trabajar, ya nada es igual. Es un golpe tan fuerte dejar a un lado la "manita sudada", los encuentros diarios, el sexo con amor y sin preocupaciones, y empezar a ver por otros aspectos, conocer a otras personas que ponen en duda el amor que sientes, etc. Aquélla que otrora amé con cada fibra de mi alma, es ahora ésa cuyo nombre me da repugnancia recordar. Y desde entonces me volví insensible. Me era imposible enamorarme de alguien más...

O al menos eso pensaba.

Me trastorné tanto en el hecho que el amor, al final, no era lo que yo pensaba; que el destino me dejó donde me juré no terminar; y que todos mis sueños se habían hundido para dar paso a la basura de la realidad del día a día, que perdí todo respeto por mí mismo. Drogas, alcohol, tabaco, hacerme de deudas enormes por llenar el vacío, salir y acostarme con quien se dejase para no volver a saber de ellas nunca más (para bien o para mal, no muchas). No me di cuenta nunca que el problema no se había terminado. Sólo se ocultó, mas nunca desapareció. Muchas veces me preguntaba por qué las cosas no mejoraban. Después de lo que relato a continuación, comprendí que no mejoraron porque yo nunca me esforcé en mejorarlas, sólo en seguir ocultando la tristeza de ver mis sueños rotos.


Hace 3 semanas, en aquel horrible lugar al que acudo a malgastar mis fuerzas para comercializar ese metal que tanto he odiado desde que nací, se presentó una chica. A ojo de buen (¿culero?) cubero, tendría unos 21 años. Nunca he visto unos ojos iguales. Verdes, pero al mismo tiempo cafés. Parecía una mezcla de aceituna con avellana. Piel blanca, cabello lascio, esbelta, de estatura regular. Sin alardear, he visto a muchas mujeres hermosas, pero aquella criatura del demonio que se presentó en ese momento me pareció lo más hermoso que han visto mis miserables ojos. Venía acompañada de un señor de unos 55 años, que aunque bien conservado, sus arrugas delataban su edad. Completamente vestido de negro, casual pero elegante, y con un sombrero tipo norteño, también negro. Totalmente rapado. Por el look, podría jurar que parecía un sicario hecho y derecho. Concluyo que es su papá, así que prosigo.

Tras las formalidades iniciales de cualquier conversación, lo primero que sale de los hermosos labios de la chica fue que ya había ido anteriormente a cotizar un anillo de graduación, cuyos datos yo le había proporcionado. Me faltó la voz para responder. No recordaba que hubiese ido antes, y de haber ido, recordaría tan hermoso rostro. Pero era posible. Cada día en ese infierno es llenarme la mente de preocupaciones sobre deudas, trabajos por entregar, rachas de malas ventas desde hace años, precios de los malditos metales, y el seguir ahogando los gritos internos de que mis sueños siguen exigiendo atención, así que a cualquier persona que llegase a la tienda le daba una atención totalmente mecánica, casi automatizada, aunque cordial y respetuosa. Le doy la razón sobre ese hecho, y pregunto en qué le puedo servir. Me comenta de un anillo de graduación florentino, con diferentes datos. El señor que la acompaña empieza a interrogarme como si fuese el autor de un crimen que apenas se va a cometer. Respondo a todas sus preguntas, y yo mismo me sorprendo: para odiar tanto este oficio, lo conozco demasiado bien. Tomo la medida del dedo de la chica (sin antes regocijarme de tomar aquella mano tan suave con mis horribles pezuñas), acordamos un precio y la fecha de entrega, me dan el anticipo, me dejan oro para hacer uno de los 3 (los otros 2 yo tengo que agregarlos), agradecen y se van.

El principio del fin...

No sé si la neurosis me ha destrozado la memoria a corto plazo, o en verdad estuve demasiado distraído por el recuerdo de la chica, o simplemente tuve mucho trabajo en esas 2 semanas. El caso es que, dos días antes de la fecha de entrega acordada, no había aún empezado el anillo. La noche anterior al día acordado decido enviarle un mensaje de texto a la chica, quien me había dejado su número por cualquier cosa. Le digo que aún no está listo, y le pido un día más. Me responde con una simpatía y una ternura ajenas completamente a mi obscura existencia, que casi caigo en lágrimas. Había olvidado lo que es vivir sin la neurosis laboral habitual. Le agradezco, acordamos que se lo entregaba el viernes de la semana pasada, ella acepta, y comienzo a trabajar inmediatamente en su anillo.

Para mi desgracia no queda muy bien hecho, pero como no se veía mal, mi familia me aconseja mostrárselo a la clienta antes de repetirlo, por lo menos para demostrarle que en verdad estamos trabajando en su pedido. Aunque odie el oficio, sé que la joyería es precisión, exactitud y demás adjetivos de perfección, mismos que le dan el valor al oro o a la plata y los diferencian de un simple trozo de fierro dorado; y por encima de todo, sin importar tu oficio, la calidad de tu trabajo es la que habla de tu persona y la que asegura futuros trabajos, por lo que, entre mi neurosis y mi sentido de perfeccionismo (uno de mis mayores defectos -¿o cualidades?), la idea me parece una total estupidez.   Pero, dado que ya no tengo tiempo para repetirlo y entregarlo a tiempo, opto por tomarles la palabra.

La espero todo el día, sin éxito. Recibo un mensaje de ella a altas horas de la noche, diciéndome que no pudo ir el viernes acordado, puesto que tenía clase en su escuela, pero espera pasar el día siguiente. Me pregunta si puede verme antes de las 10 de la mañana, dado que a las 11 tiene clases de natación. Sin pensar, se me ocurre enviarle uno de vuelta diciéndole que la plaza donde trabajo no abre sus puertas al público hasta las 10, pero que si gusta, podemos vernos a las 9:30 en un Starbucks que está ubicado a media cuadra del mismo. Mi intención obviamente es otra, por cierto.

Tras enviarlo, comienzo a reír. No he leído un solo libro donde se expresen así. Todos hablan de "reunirse en la vieja librería" o bien "la vieja cafetería" o algo así. Todo por correo, por telégrafo, y los más finos, por teléfono. Nada de mensajes de texto, Starbucks ni demás basuras de globalización. Es curioso ver cómo todos estos aspectos en el siglo XXI son tan comunes que, al escribirlos, únicamente son absurdos. Isaac Asimov dijo que el problema de la sobrepoblación es que somos ya tantos que ya no importa si mueres. Algo así pasa con la escritura que redacte una situación actual.

Recibo un mensaje de vuelta, donde me dice que prefiere verme en el trabajo, aunque se le haga tarde. El primer golpe de vuelta a la realidad. Olvidé que soy su joyero, no su amigo. Que ella sigue siendo una niña estudiante, y yo ya soy un adulto. Que ella tiene 21 y yo 27. Que aunque ella sea muy linda y se le haga fácil enviarme mensajes después de las 11 de la noche preguntando por su anillo, no nos conocemos en absoluto. Y que las utopías amorosas únicamente se dan en los libros y en la televisión. Únicamente atino a responderle que ya le avisé a los policías de la plaza que le den permiso de entrar a las 9:30, y que a esa hora la espero. Me agradece con la ternura característica, y yo termino con un insomnio horrible.

Sé que en verdad estoy clavado por una razón muy estúpida. La primera vez que me enamoré de una chica, yo tenía 15 años. Toda la vida he sido un holgazán para levantarme temprano. Esta chica me gustaba tanto que no necesitaba que me despertaran. Siempre llegaba 10 minutos antes que ella, con tal de observarla desde que acudía a la escuela. Después de no volver a verla (se cambió de escuela), no recuerdo haber llegado nunca temprano ni a clase, ni a ver a alguna novia posterior. Vamos, ni al trabajo en esa asquerosa joyería. Y a pesar del insomnio, llego a las 9:00, media hora antes del momento acordado.

Se presenta con 20 minutos de retraso: a las 9:50, y yo quedo embelesado por volver a verla, aún cuando estuve 50 minutos sin hacer nada más que esperar. Llega con el mismo hombre mayor, vestido casi igual, aunque sin su sombrero. Supongo aún es demasiado temprano para que tenga que cubrirse del sol. Nos saludamos, les presento el trabajo, y sucede lo que imaginaba: no les gusta. O al menos a él. Ella hace algunas observaciones, pero fuera de ellas, parece satisfecha. El señor me pide el peso del anillo, solicita un triplet (lupa) para observarlo bien, y tras analizarlo un rato, concluye que está mal hecho (lo que yo ya sabía). Ofrezco repetirlo y entregárselos el jueves (anteantier), y acceden. Se van, mientras yo termino entre enojado por haber mostrado una joya tan mal hecha, contento por haberla visto otra vez, y frustrado de ver que otra vez no llegó sola y no pude aventarme.

 Toda esta semana me mandó mensajes, presionando sobre el avance de su anillo. A todo respondí como buen perro faldero. Incluso unos amigos me hicieron notar que era un imbécil, y que debía darme más mi lugar. Tras no pocas peleas con los joyeros que hicieron el anillo (principalmente porque me entregaron un anillo que, aunque bien hecho, no encajaba con mi perfeccionismo), quedó terminado 2 horas antes de la hora de entrega. Lo dejé en el taller de grabados a láser, mientras me consumía de nervios. Estaba casi seguro que iban a exigir su dinero de vuelta, cosa que para alguien tan perfeccionista, es lo mismo que recibir un balazo en el ego.

Estoy en el taller supervisando el grabado (y maldiciendo porque apenas lo estaban empezando) cuando un vecino me habla por teléfono. En sus palabras "te están esperando en la tienda un señor pelón y una vieja bien buena". Siento un escalofrío muy fuerte, al mismo tiempo que suelto la risa. Pensé que ya estaba tan trastornado que sólo a mí se me hacía tan hermosa esta chica. Me alegra ver que no tengo tan mal gusto. Acudo a la tienda, y ahí están. Ella con una blusa holgada, pero con mallones que remarcan su cuerpo esbelto, bien torneado y joven. Él, otra vez de negro, casual y elegante, y de vuelta con su sombrero negro de narco. Saludo a ambos y los invito al taller a que observen cómo va el grabado. Acceden encantados, y caminamos hacia allá, mientras yo balbuceo toda clase de excusas para disculparme por el hecho de que aún no está listo. La chica afirma tímidamente diciendo que no hay problema, y entonces me doy cuenta que el perfeccionismo me está destruyendo.

Dentro del taller, les hago seña de acercarse a la dichosa máquina y observar a través de la pequeña ventana de la misma, cómo se va marcando el logo. La chica observa emocionada. Tras algunas preguntas, como si la máquina tiene algún extractor para evitar que el polvo de oro lastime el lente del láser, qué tipo de documentos usa la máquina para saber qué grabar, entre otros aspectos, mismas respondidas por el sujeto a cargo del grabado, el señor con facha de narco me comenta que él fue joyero hace como 30 años, y que lo que más le sorprende es cómo han cambiado las técnicas de joyería. En sus tiempos todo era con troquel hecho con pantógrafo, no se hacían anillos de graduación con láser. No existía el oro blanco, era plata paladio. El oro rojo se sacaba mezclando oro con puro cobre, no con liga mecánica especial como la que yo había empleado. Me muestra su propio anillo de graduación, el cual tiene más de 30 años, de oro pesado. Tiene como 20 gramos de 14 kilates en un solo dedo, lo que me hace comprender por qué no le gustó el primer anillo que fabriqué. Ése pesaba 4 gramos, más que suficientes para el dedo de una chica. Ahora estoy por entregarle un monstruo de casi 11 gramos distribuido en 3 anillos para un dedo delgado.

El señor pregunta si hay forma de remarcar su anillo con el láser, puesto que por el desgaste ya no se distinguen bien los logos, a lo que respondo que es mejor que un joyero lo detalle a puro buril, y le comienzo a proporcionar la ubicación del mismo. Tras esto, me hace un repaso rápido de cómo era el Centro en sus tiempos de joyero. Los catálogos bien impresos eran un lujo, y la única forma de conservar la imagen de un trabajo especial era con el recuerdo, o con un molde, no con fotografías digitales copiadas a una tablet listas para mostrar a clientes, tal como yo les mostré 3 semanas atrás para convencerlos de trabajar juntos. Él mismo hace el comentario que, para lo joven que soy, conozco bien el giro, y me confiesa que convenció a la chica que yo hiciese su anillo de graduación porque él mismo quería ver eso de la fabricación láser, algo inédito para él, y que, al parecer, nadie más les ofreció, y mucho menos de aquella forma: mediante fotos digitales en una tablet.

Asiento y sonrío en silencio, mientras gozo mentalmente mi triunfo: a mis 27 años, con todo y mi desprecio por el oficio y por esos metales del demonio, soy el único estúpido en todo el Centro Histórico de la gran Ciudad de México que fabrica anillos de graduación en láser, que les toma fotos con una vil cámara de 7 megapixeles y arma un catálogo digital para ofrecer a futuros clientes. No le dije que he trabajado con decenas de joyeros, y todos siguen fabricándolos de esa forma: con troqueles, o alterando plásticos y/o ceras de troqueles y armando a mano la forma final de los anillos. La chica no parece comprender mucho de nuestra plática, y sólo observa emocionada cómo una luz brillante en la máquina parece iluminar al anillo para desaparecer rápidamente, reaparecer y repetir el proceso unas 10 veces por segundo, para al final dejar el grabado de cada logo en bajorrelieve.
El señor pregunta si aún se dilatará mucho. El grabador responde que aún tomará media hora para terminar. Dicen que van a ir a comer algo mientras esperan, y se van. Regreso mientras pienso si aventarme de una vez, o esperar un poco más.

De regreso en la joyería, le pregunto a mi vecino sobre qué opinaba de mis clientes, particularmente de la chica. Y ahí se me derrumbó el mundo.

Me dijo que le sorprendió, porque antes de que yo llegase, ellos estaban platicando, y de repente la chica lo tomó de la mano, se abrazaron fuertemente mientras reían, y se besaron. Y otro vecino, que al parecer también quedó embelesado ante la belleza de la chica, también lo confirma, con cierta expresión de frustración.



No es su papá, como yo pensaba... Es su novio.


No lo puedo creer. Pienso que lo están inventando. Pero escarbo rápidamente en mi memoria, y no hallo ningún recuerdo de haber escuchado a ella llamarlo "papá", o a él diciéndole "hija". Tampoco recuerdo que él haya desembolsado algún centavo para el anillo de su "hija". Ella me dio el dinero de su bolsa, lo que sólo tendría sentido si sus padres se lo hubiesen dado y él no lo fuese. Descarto la idea de estar ante el peor caso de incesto que haya conocido en mi vida, así que termino por dar la razón a lo que escuché.

No es su papá. Es su novio. No es la primer chica que conozco con ese gusto, y tampoco la primera que me gusta también con ese gusto. Sólo pienso en cuan estúpido soy.

Cuando regresan, el anillo ya está terminado. Yo suelo tomar fotos de todo lo que fabrico, especialmente de ese tipo de trabajos especiales. Nunca había hecho un anillo de graduación en tres oros. Y menos con esa dedicación. Así que, se podría decir que ésta era mi Magnum Opus. Pero no quiero saber ya nada. Les entrego el anillo, ella queda fascinada, pero no quiero escucharla. Si me preguntó algo, no la escuché. Él me pregunta el peso final del anillo, y parece contento al escuchar que son 11 gramos de los 3. Me pide el triplet de vuelta para comprobar el grabado, y tras verlo un minuto, me lo entrega, con una sonrisa de satisfacción total. Les cobro el dinero restante (que también me da ella de su billetera), y me despido sin verlos a la cara. Lo último que veo son sus hemosas piernas alejándose.

De repente se me ilumina la mente. ¡Quizá por fin esa basura llamada Facebook me sirva de algo! La busco. No aparece. Ni siquiera como una cuenta privada. Tampoco me extraña. No es la primer chica que conozco que le rehuye a las redes sociales para evitar exhibir su vida amorosa real. Eso solamente comprueba que aquél hombre, con toda la facha de sicario, es todo de ella menos su familiar o amigo.

Cierro la aplicación, y vuelvo a pensar en los libros que he leído. ¿Quién recurre a Facebook en ellos? ¿Tan vacía es la historia de mi generación?

En un hecho insólito, nunca había visto a tantas chavas fijarse en mí en tan poco tiempo (24 horas desde que la vi por última vez hasta ahora que estoy escribiendo). Y ninguna me distrajo siquiera un poco del recuerdo. No puedo sacarme de la cabeza esos hermosos ojos, ese rostro angelical, y lo peor: no puedo dejar de imaginar ese cuerpo tan delicioso en posesión de aquél hombre.  Probablemente dure así un rato, tal como con cierta AttentionHoe de quien escribí exactamente hace un año.

Aún sigo sin saber si esos asquerosos metales me han dejado algo más que dinero. Pero hoy sé, más que nunca, que sólo me han conducido a mi perdición, y ya no por las preocupaciones y los sueños rotos, sino porque algo dentro de mí sabe que por ellos encontré a la mujer que valía más que todo el oro del mundo, y no hay poder ni humano ni divino que me acerque a ella más que como el joyero que la trajo con vueltas pero que al final cumplió con su pedido...







Todos nacimos por amor, mas no todos nacimos para amar.

lunes, 29 de octubre de 2012

martes, 23 de octubre de 2012

AntiManga 087


Tenía mucho que no me ponía a dibujar ni usaba Photoshop, sorry por la mala calidad (de por sí :P)




Namaste

martes, 2 de octubre de 2012

Ilust. 012 - Círculo de Transmutación

Todo el día estuve buscando los vectores de un círculo de transmutación de FullMetal Alchemist (uno de mis animes preferidos) para poder fabricarlo a láser en plata.

Estuve buscando un ratote y no hallé ni madres, más que el que diseñó 999ups, el cual se puede ver aquí. Tras pelearme un rato con el Live Trace de Illustrator, la imagen simplemente no quedaba como yo buscaba, así que tuve que armarme de cigarros y cafeína, y trazarlo a mano. Espero no me acuse por violar derechos de autor (y si lo hace, espero la licencia Creative Commons me haga el paro y por fin sirva de algo :P)

He aquí el resultado:



y la prueba:


Si alguien gusta de, o necesita los vectores, mándenme un Mail (artmageda at gmail dot com, un poco obvio btw), se los envío inmediatamente. De todos modos quizá en la semana lo suba a algún sitio para descarga directa, ya después veré. Por ahora voy a hacer corajes con los sinquehacer del 2 de octubre, pero bueno, eso es harina de otro costal...

Namaste



Update 4-2-2013

No pensé que a alguien fuese a interesarle mi trabajo, pero tras revisar las estadísticas de Blogger, resultó éste ser uno de los posts más vistos de esta vasca de blog (el más visto para mi sorpresa es el C'est la Vie 39, no entiendo aún por qué) y tras ver un comment que no había respondido, decidí trepar el archivo a algún servidor para descarga directa, así que voy a aprovechar el poder de Kim Dotcom reloaded.

BÁJAME DESDE AQUÍ n____n.

Remember: tenemos el poder de Creative Commons, usen el archivo, modifíquenlo (o tírenlo) al gusto, no pido ni siquiera que respeten autoría, mientras Uds. también lo compartan (y porfa avísenme si se jode el link).

Comentar no cuesta nada y se agradece mucho btw.

Paz

jueves, 13 de septiembre de 2012

Ecce Virgin



Historia Rápida: mandé hacer un troquel para fabricar unas medallas de la Virgen de Guadalupe para un cliente. Éste me mandó la imagen de cómo quería que quedase la Virgen, la cual le pasé al troquelador para que él a su vez, le mandase la imagen a un "dibujante" para que le trazara la imagen en alto contraste con la que el tornero se va a guiar para hacer el troquel.

Pues bien, el Ecce Homo se queda pendejo frente a esto... Ya no hay temor a Kaioh Sama.

Y eso que el supuesto dibujante es Licenciado en Diseño Gráfico...


Terminé trazándola yo ¬¬ ya que el cliente me mentó la madre por esa porquería (y con razón)



Moraleja: no se puede confiar en nadie. Si quieres que las cosas salgan bien, tienes que hacerlas tú mismo - Tony Montana.




Lo único bueno de un blog es que no se empolva como los cuadernos físicos.
Nos vemos en 3 meses. Namaste.

lunes, 23 de julio de 2012

Burning the Past

 La foto es propiedad de este usuario, para que no me molesten.


Desde hace algunas semanas mi computadora estaba chingue y jode que necesitaba reparar el disco duro mediante el disco de instalación, y el miércoles en la noche que tuve tiempo libre me animé a intentar repararlo. No solamente no funcionó, sino que la jodí peor y no volvió a encender, snif.

Tras intentar varios "métodos de resucitación" que hallé googleando (benditos smartphones), me rendí y, en vez de esperar al día siguiente a respaldar toda mi información con algún samaritano del Centro, opté por darle en la madre totalmente al disco y formatear la compu. Huelga decir que perdí todo: música, videos, fotos, documentos, etc. Aunque viendo el lado bueno, ya formateada, se dejó reparar la chingadera.

Después de todo el show de formatear ejecuté un programa llamado DiskDrill, el cual recuperó todos los archivos borrados que pudo, lo cual me tomó 4 días (lenta la chingadera, snif). De las 18 mil y pico rolas que tenía, rescaté 2,600 (y eso contando 900 que ya tenía en el teléfono y copié de vuelta a la compu). Videos no rescaté ni uno, todos estaban corruptos (aunque eran lo de menos, no tenía nada que no se pueda volver a conseguir). 
Pero las fotos (lo que realmente me preocupaba) no fue tampoco un éxito. Tenía alrededor de 30 mil fotos, entre viejas fotos que he arrastrado desde que escaneaba las fotos análogas en papel, luego las de mis primeras cámaras digitales, etc etc. Fotos de amigos, familia, aliens, mis muy escasas relaciones, imágenes varias (memes, wallpapers, etc), y lo más importante: las fotos de todas las joyas que hemos fabricado en el trabajo. De todas sólo rescaté poco menos de 5 mil fotos en total...

Perdí muchas que consideraba invaluables, otras no tanto, y prácticamente las que se perdieron del trabajo significan años de trabajo tirados a la basura (suena a exageración, pero puedo afirmar que soy, si no el único, de los muuuuuuuuy contados joyeros en el Centro que tienen un catálogo real, digital y "self-made" de hechuras especiales, y no se limitan a usar los catálogos profesionales que venden las joyerías de prestigio). Y aunque no es nada importante, perdí todos los archivos "Master" de toda la basura de este blog (los PSD's de los AntiMangas, dibujos, etc), aunque por fortuna todas las imágenes finales siguen en el blog (y obviamente en los cuadernos, aunque sin retocar).

No sé si por la cruda o porque perdí incontables fotos valiosas, todo el domingo me la pasé medio deprimido. Me eran tan importantes esas fotos porque, citando a Haruki Murakami "eran la única prueba que he vivido". Tengo la memoria muy jodida por tanto alcohol (y por una época en la que sin albur me metía cuanta madre podía para intentar olvidar, misma de la que no entraré en detalles), y esas fotos me devolvían los recuerdos. Ahora esto era sentir que habían pasado varios años y yo no había hecho absolutamente nada.

Hace rato me salí para intentar despejarme, y tras ver a una chica parecida a cierta AttentionHoe de la que me clavé hace unos meses, me di cuenta de mi propia estupidez. Sí, duele perder esas cosas, pero también pueden ser una cadena que no deja avanzar. La vida solamente va hacia adelante, y voltear hacia atrás, sea un segundo o un año, es una pérdida de tiempo. Me faltaron algunos procesos para recuperar más fotos, pero decidí dejarlo por la paz. Puedo fabricar más cosas y hacer un mejor catálogo de joyas (por lo menos recuperé 2 que 3, no fue una pérdida total). Perdí muchas fotos de mis amigos, pero saber que ahí siguen es más importante. Ya no tener a la mano los archivos de lo que he dibujado es un aliciente a dejar la hueva y hacer nuevos. Perder las fotos de aquéllas que quise mucho es un buen indicio para dejar la puta inercia y buscar más experiencias que me dé gusto recordar, en vez de limitarme a recordar que no siempre he estado solo.
Ahora lo que alcance a recordar de todo eso que se perdió está bien, y lo que no, probablemente sea porque no vale la pena... No recomiendo que alguien haga lo que hice, aunque ahora puedo asegurar que puede ser algo muy positivo.


"I know I can't stay by your side forever,
but I know I won't forget your beauty, my Black Diamond"
Black Diamond, de Stratovarius

martes, 3 de julio de 2012

Sketch 006 - The Sacred Tree



100% Photoshop, made with Inklet


Mientras pueda subir algo nuevo seguido me da igual si cada vez hago más garabatos y menos dibujos con esfuerzo.
Buen inicio de Julio. Namaste.

viernes, 22 de junio de 2012

Historias de un Infierno IIII

Poner "IIII" en vez de "IV" fue intencional.
Imagen sacada de aquí.


Salgo del trabajo y camino lo más rápido que puedo, para alcanzar un mugroso centro de atención donde pueda pagar mi internet, antes de que lo cierren y tenga que volver al día siguiente. Sorprendente cómo me ha trastornado. Un día antes me habían quitado el servicio por no haber pagado a tiempo. Y no quiero pasar otra noche sin mi medio de escape de la realidad digital (pensándolo bien, ¡qué estúpido!).

La lluvia nunca está del lado de quienes tenemos alguna urgencia, y menos en esta ciudad. Ojalá pudiera expresarme como los grandes escritores, refiriéndome al transporte público de la ciudad como "tren subterráneo" o bien usar algún otro sinónimo más rebuscado. Pero no es así. Aquí se llama "metro", y cualquier otro nombre, lejos de elegante, suena ridículo. Así que, a las 7:50, el metro (y no el tren subterráneo) sigue inmóvil. A las 8 en punto cierran las puertas de la maldita agencia, y al paso que voy, llegaré a la estación en 15 minutos, de modo que no voy a alcanzar.

Decido cambiar de rumbo e ir a un centro más cercano, aunque eso signifique desviarme del camino a casa y después tarde más en regresar. Esa agencia está ubicada en una pequeña plaza comercial, la cual me trae entre buenos y malos recuerdos. Ahí vi por primera y última vez a la primer chica por la que sentí que ya no era un niño. Siempre procuro no volver a ese lugar que me recuerda esos rizos rubios, esos ojos verdes, y esos labios que me enseñaron a besar. Ya habrá tiempo de pensar en cómo soy capaz de cualquier cosa, hasta de afrontar esos recuerdos, con tal de no perder mi estúpido vicio. Por lo pronto, tengo que apresurarme.

Tras desviarme, llego a la estación. Mi reloj marca 7:59. La esperanza me hace no confiar plenamente en él, así que saco mi teléfono celular y compruebo la hora. 7:57. Cuando tienes una urgencia, 2 minutos son una eternidad a tu favor. Salgo corriendo de la estación y me dirijo hacia la pequeña agencia. Afuera llueve bastante, pero no me detengo. La gente me ve con recelo, hasta con miedo. No veo a nadie a la cara, pero lo sé. Completamente vestido de negro, cabello largo, barba de 5 días, y corriendo a toda velocidad con la mano izquierda sujetando el bolsillo del pantalón para que no salga volando mi teléfono, sé que cualquiera me podría confundir con un ladrón. Ruego mentalmente que, en caso que me observe algún policía, no piense mal y salga corriendo tras de mí.

Corro tan rápido como me permite mi orondo cuerpo que hace años no percibe los beneficios del ejercicio y posee una pésima condición por culpa del nunca biennombrado placer de fumar. Llego a la estación jadeando, empapado en sudor y lluvia a tal grado que parece que caí sobre un charco. Apenas estoy dentro, la persona de seguridad se dispone a cerrar las puertas para evitar la entrada de otro cliente. Tomo aire y sonrío victorioso. He triunfado. Una victoria estúpida, considerando las razones para haber corrido tanto. Pero la satisfacción de luchar por algo y lograrlo, por insensato que sea, nadie me la quita.

Sin embargo, hasta ahí llegó mi alegría. Después de hacer el pago correspondiente, comprobar que me cobraron la cantidad exacta en la cuenta exacta, y soportar la cara de extrañeza (y quizá de repugnancia) de la cajera al verme jadeando, empapado, y con aspecto de vagabundo, salgo de la plaza. Afuera deja de llover, aunque el aire frío persiste. Me abrigo lo más que puedo, y me encamino hacia una avenida abierta, donde pueda tomar algún taxi para volver a casa. La garganta me empieza a arder horrores, mi sudor está tan frío que se confunde con el agua de la lluvia, y mi cuerpo, que unos minutos antes ardía de tanto esfuerzo, se enfría tan rápido por el agua que comienzo a sentirme mal. Siento los estragos de tanto fumar, y empiezo a toser. Una tos asquerosa, que me hace escupir cada vez. Toso tanto que termino vomitando. No puedo evitar sentir vergüenza por esta situación como seguramente todos los transeúntes sentirán asco al verme.

Logro llegar a la avenida, y me quedo unos 5 minutos inmóvil, esperando a que se detenga un poco el ardor de la garganta para poder tomar un taxi y evitarme la pena de toser (y quizá volver a vomitar) dentro del mismo. Ya que estoy mejor, abordo un vocho, le doy indicaciones de mi destino, cómo llegar, y me derrumbo en el asiento trasero. El tráfico es horrible, veo que tomará el doble de tiempo llegar a casa, así que cierro los ojos y me concentro en relajar la garganta, para no seguir tosiendo.

Suena una estación de radio. Es uno de esos programas donde los conductores se sienten con toda la autoridad para ejercer un juicio sobre este o aquel tema, aunque ellos mismos no suenen muy convencidos de lo que están diciendo. No escucho muy bien lo que dicen por el ruido de los coches, pero distingo a un par de mujeres y un hombre hablar de algún tema sobre política. Sobre López Obrador y Peña Nieto. Otra vez lo mismo, pienso. A donde voltee solamente hablan de ello. Y ahora me preocupa más mi garganta, así que no presto atención. Pero en eso el taxista exclama:

-¡Pinche Javier Sicilia está pendejo!

No me gusta dejar a alguien hablando solo, aún si no tengo intención de mantener una conversación, así que contesto:

-¿Perdón...? - se me corta la voz, tengo que carraspear (y soportar el dolor) para aclararla y repito - ¿cómo?

-Según Sicilia nadie va a comprarle armas viejas a Estados Unidos. ¡Ah chingá! Si les compramos coches viejos, ropa, toda la tecnología austera y la chingada, ya parece que no les van a comprar armas viejas. ¡Como si las armas fabricadas hace 5 años ya no matasen a nadie! ¡Y dice ese pendejo que no!

No sé qué escuchó en la radio o de qué habla, así que opto por darle la razón y balbucear cualquier sonido afirmativo, esperando que guarde silencio el resto del camino. Pero mi respuesta lo animó a seguir hablando, y baja el volumen al stereo para que lo pueda escuchar mejor:

-En verdad, chavo - prosigue - los políticos están bien pendejos. Creen que tienen controlada a la gente, y que sólo los narcos son peligrosos, pero no es así. Conozco ya muchas partes, porque yo viajo mucho, y te puedo decir, por ejemplo en la sierra de Guerrero, en Oaxaca, Chiapas, etc, hay muchas entidades armadas hasta los dientes. Tienen un chingo de armamento. Sólo están esperando un chispazo, algo que los encienda, para levantarse en armas. Y todo va a valer madre.

Aunque dudo un poco de su afirmación, le sigo el juego y pregunto:

-¿Y qué sucedería? ¿Otra revolución?

-Sí. Una revolución armada. - contesta tras un momento de reflexión - La gente ya está harta del PRI y que los políticos únicamente se peleen el poder y no vean por ellos. Ya no hay vuelta de hoja. Es cuestión de tiempo.

-Antes ya se habían tardado - respondo. Su afirmación me hace olvidar un poco el dolor de garganta y continuar la conversación. - Qué lástima haber tenido que llegar a esos extremos.

-Exacto, y todo lo propició el mismo gobierno, hizo un mega desmadre con el país, y ya se les salió de control. Te voy a poner un ejemplo: la puta Ley de la Convivencia.

Me doy cuenta de cuan poco me ha importado la política. No recuerdo en qué consiste dicha ley. Y me gana el orgullo para admitir mi ignorancia, así que lo dejo hablar.

-Yo no tengo nada en contra de los homosexuales. - prosigue - Tengo muy buenos amigos gays y amigas lesbianas, y son muy respetuosos. Pero esa ley es una reverenda pendejada, y te voy a explicar por qué: porque los pendejos únicamente la aprobaron aquí y en Quintana Roo, y allá únicamente en zonas muy cerradas; pero aquí en el DF es completamente abierto. El problema es que, cuando haces una ley de ese tipo, tiene que ser a nivel federal, como en Estados Unidos. Allá aprobaron esa ley en 17 estados o algo así, no recuerdo bien. Pero estos pendejos aprobaron únicamente aquí en el DF esa ley. Y solamente aquí los gays pueden casarse y adoptar hijos. Entonces ¿qué sucede?

-Que comienza una emigración bestial hacia el DF para poseer esos beneficios - contesto por él.

-¡Ándale! Ya de por sí no cabemos en esta pinche ciudad, ve el tráfico que hay - volteo un momento hacia el camino, y me doy cuenta que estoy tan atento a la conversación que hasta olvidé un poco el malestar de la garganta, y él prosigue - y antes no estaba así. Y siguen llegando un chingo, porque esos pendejos creían que los gays eran sólo miles, pero en toda la república son MILLONES, y únicamente aquí los ampara la ley para casarse. Por eso te digo que son unos pendejos. De por sí no cabemos, ahora menos.

En eso el taxista se detiene bruscamente, junto con otros automovilistas, por culpa de un Seat Ibiza que se pasa el semáforo en rojo y cruza a alta velocidad. Tras comprobar que, fuera del susto y del coraje por dicho estúpido no sucedió nada grave, arranca y continuamos. Pareciera que observar el coche en cuestión le hizo recordar algo importante, y sigue:

-Ve, otro ejemplo. Cuando gobernaba el PRI, aquí había un control vehicular tan bestial, que tener un coche era casi imposible...

No fue hasta que dijo eso que lo observé detenidamente. Por la forma de hablar y el timbre de voz pensé que tenía mi edad, a lo mucho un par de años más, pero entonces vi que, aunque se veía y se expresaba muy jovialmente, rondaba por los 45 años.

-En ese entonces, tenías que hacer un chingo de trámites, pagar un chingo de licencias, dar todos tus datos para sacar un coche, en fin, era un desmadre. Pero a raíz que entró el pinche PRD a gobernar la ciudad, valió madre. En 2002 ese hijo de su puta madre de López Obrador se arregló con todas las firmas de automóviles. Antes de ese wey solamente estaba la Nissan, la VW, la GM, la Ford y los coches de lujo. Pero ese ogt se reunió con todas las firmas de coches, les sacó un dineral por dejarlos entrar, y ahora ve. Ya hay Seat, Renault, Mitsubichi, un chingo de marcas entraron al DF, y ahora con 10 mil pesos y tu IFE ya te dan tu coche en entrega inmediata. Ese pendejo también legalizó los coches gabachos, todo con tal de sacar un billete. Ve, en 2005 habían 2,300,000 coches en el DF. ¿Sabes cuántos hay hoy?

Tardo un momento en responder (con otra pregunta, claro está: "Ni idea, ¿cuántos?"). Aunque desconozco si sus fuentes son fidedignas o si son puras exageraciones, me alegra ver su desprecio por AMLO. Yo siempre he pensado que el PRI y el PAN han hundido al país, pero nunca he creído que el PRD sea la opción, y tras años de tratar con sus simpatizantes, que creen conocer la verdad por leer la revista "Proceso", medios "abiertos y apartidistas" (todos con obvias tendencias de izquierda por cierto), u otras fuentes que no sean las de la televisión abierta, y reaccionan frente a los no-simpatizantes del PRD tal como los fieles de la Santa Inquisición frente a un pagano, me da gusto hablar con alguien que vea las cosas con mayor objetividad.

-Ni idea, ¿cuántos? - respondo finalmente.

-¡Ahora hay 5,400,000! Y eso sin contar taxis piratas, que de igual manera no entraron hasta que el PRD gobernó. Todas esas bases de Frente Francisco Villa y la chingada le dan 100 pesos diarios a los líderes y ya pueden chambear, y los pendejos como yo que quieren hacer todo "bien", nos cuestan 80 mil pesos las placas, sin contar el resto de permisos. ¡Son chingaderas! No importa cuántos segundos pisos construyan, el tráfico ya es un desmadre. Y va a continuar creciendo.

No es el primer taxista que me confiesa ese dato en particular, así que, si bien 2 o 3 cosas que ha dicho pueden no ser ciertas, tampoco está inventando todo. Quisiera poder continuar platicando, pero hemos llegado a mi destino. El taxímetro marca 27 pesos. Me sorprende que marque tan poco, considerando el tráfico y el tiempo que platicamos. Le pago 30, le doy las gracias, me despido y bajo.

Apenas pongo un pie fuera, noto el cuerpo cortado. Me tiemblan las piernas. Pienso que me voy a enfermar de gravedad. Ya no tengo la agitación de haber corrido tanto, aunque me sigue ardiendo la garganta. Y al entrar a casa, siento desfallecerme. Quiero seguir pensando en la situación actual. En la tensión y en los problemas que se vienen en caso que lo que me contó el taxista sobre toda la gente lista para levantarse en armas sea verdad. En que tengo que leer más, para no volver a pasar por la vergüenza de no saber de algo tan hablado como la Ley de la Convivencia. En que tengo que dejar de fumar y seguir haciendo ejercicio, para tener más recuerdos como el de aquella Plaza, donde vi a aquella niña rubia que sé que no voy a olvidar hasta que muera. Pero algo dentro de mí se rehúsa. Solamente atino a secar mi greñero con una toalla, quitarme los harapos mojados, ponerme ropa limpia, y tirarme en la cama.

Antes de perder la conciencia miro hacia el escritorio, donde está el módem. Lo contemplo un momento, sonrío y me pierdo. Ya tengo internet otra vez...


lunes, 14 de mayo de 2012

Ilust. 011 - Pain

Imagen sacada del booklet del disco "Adición" de Moenia. Obvio no la hice yo ¬¬, solamente la posteo para "ilustrar" lo que digo a continuación.

No aprendo. Ya me pasó una vez. Lo vuelvo a hacer, y después me pregunto por qué vuelven a suceder las mismas cosas. Tuve que borrar un chingo de posts. Solamente dejé los cómics, y eso para no reenumerar o como se putas diga los ya subidos, lo cual me da una hueva cósmica. No diré más sobre ello, y espero no vuelva a suceder.





Cierro con una ilustración ridícula que hice hace como 9 o 10 años cuando iba a la escuela y hacía mis pininos en Photoshop, y la subo porque la hallé buscando un viejo archivo de esa época.

Hecho en Photoshop 7 sobre Windows 98!! Nada de Adobe CS, Windows XP-Vista ni la chingada. Ya estoy viejo, snif.


Junto con ésta hallé otras ilustraciones de esos tiempos, pero están aún más pinches (dense una idea), así que no creo subirlas. Buen inicio de semana. Namaste.

lunes, 19 de marzo de 2012

Sketch 005 - Watching the Watcher



100% Sketchbook for iPhone...
 
 
Namaste. Buen inicio de semana.

miércoles, 29 de febrero de 2012

AM 086

¿Quieres ser un "Maistro" Pokémon?...







No pensaba subirlo hasta que estuviese bien photoshopeado, pero me tardé un chingo dibujándolo (no sé por qué si está re pinche), y si no lo trepaba ahora era otra semana haciéndome wey. Así que ahí 'ta, total, no es concurso.
Bonito fin de Febrero. Namaste.

lunes, 27 de febrero de 2012

Historias de un Infierno III




(...viene del final)

...termina el día. Intenté leer y no lo hice. Quizá mañana por fin pueda hacerlo....



Hoy despierto. Qué ganas de terminar el libro que empecé hace algunas semanas. Una de las majestuosas obras de Murakami...


Tengo una lista de libros pendientes que quiero leer. Los tengo en fila, como si adivinase qué se me antojará leer en cuanto termine uno, aunque al final siempre termine revolviéndolos, tomando uno al azar, y reacomode los demás como si volviese a adivinar cual será el próximo.

No puedo esperar para seguir leyendo. Pero será en la noche. Tengo que ir a trabajar. Y ahí nunca hay tiempo, ni siquiera de pensar.

No pensar es una bendición. Te evita preguntarte más y más cosas. Pensar solamente me ha hecho escéptico a mi alrededor. Me intenta curar de aquel cáncer social llamado religión. Es difícil creer en un Creador creado por el mismo hombre. Me ha hecho cuestionar toda doctrina que muchos se limitan a adoptar sin preguntar. A veces es más sencillo creer en algo, aún si no es verdad, a divagar sobre un sentido en la vida. Me ha hecho buscarle un sentido al hecho de que pasaré el resto de mi vida trabajando para ganarme la vida, la cual se me irá en trabajar para ganarme la vida. Y vivir como personaje de Bukowsky es demasiado utópico.

Aún sigo pensando que, a diferencia de los libros, en la vida real te mueres de hambre si un día simplemente te alejas de todo lo que conoces en pos de aventuras o de un giro total a la vida. O sea que sigo las mismas doctrinas de las que he dudado sin atreverme a desafiarlas. Eso explica la maldita cotidianidad. De hecho, Murakami me lo restriega con el libro que estoy intentando terminar.

Y eso deprime. Deprime estar consciente de que sigues ciegamente una doctrina. Las ovejas siguen a su pastor, pero siempre vigilan por dónde caminan, por eso creen tener el control de sus pasos.

Salgo del trabajo. Ya tengo tiempo de pensar. Pero ya no tengo ganas. Estoy fatigado físicamente. Amo mi trabajo, pero es pesado. Y eso me impide pensar claramente. Voy divagando al caminar. Así que al llegar a casa busco descansar.

Pero el descanso no llega. Pareciera que mi mente sólo espera a que mi cuerpo recupere fuerzas para hacer complot con mi corazón y atormentar mi alma.

Apenas estoy solo, recuerdo que voy a morir. Mi corazón me susurra lo que ya sé: que no estoy viviendo la vida que siempre he deseado. Que no he escapado de las doctrinas, como Kafka Hamura, o mínimo como Henry Chinaski. Que sigo amarrado a una vida que creo amar, cuando yo mismo sé que no es así; que maldigo muchas veces, y de la que ni yo mismo sé si podría escapar, y en caso que pudiese, soy tan estúpido que, por más vueltas que le doy cada vez que tengo algo de tiempo para pensar, no hallo ni una puta idea de cómo hacerlo.

El tormento me hace llorar. Mi mente se avergüenza de seguir pensando para un cazador de sueños cobarde. Mi corazón solloza de ver que aquél niño se convirtió en todo lo contrario a lo que soñó...

Necesito no pensar en eso, si no quiero volverme loco. Distracciones. Lo que sea. Enciende un cigarro. Ponte a dibujar. Agarra tu guitarra. Enciende la computadora. Prende la consola de videojuegos. Llama a algunos amigos y ve a distraerte. O mejor aún, toma todo el alcohol que puedas y olvida todo. Mañana te sentirás peor, no importa: al menos por hoy seguirás cuerdo...

Antes de quedar dormido, veo de reojo el libro. Me sigue esperando, encima de la serie de libros en fila acomodados a mi absurda adivinación. Lo tomo con cierto recelo. Empiezo a leer.


...y me invade el grito en silencio de las palabras impresas: "Abre los ojos". Me vuelven a invadir las dudas. Dichosos los que no cuestionan nada.


No puedo seguir. Mi corazón vuelve a acelerarse, y no quiero llorar. Por lo que pongo el libro donde estaba, cierro los ojos, y así...

(continúa en el principio...)


martes, 7 de febrero de 2012

Sampling 01







Grabado en plena briaga, de ahi que esté tan pinche...

Por lo menos lo que resta de esta semana me cae que sí voy a actualizar diario, aunque sea con pura basura como esta. A quien aun entre, I salute you.

10-2-12: me quedé sin luz desde el martes, sorry. El lunes volveré.


Namaste.