martes, 31 de diciembre de 2013

Historias de un Infierno IX





Benedictus quit venit in nomine domini…

Todavía me acuerdo de mi primer acercamiento a "la casa de Dios".
Desconcierto es la palabra que mejor describiría cómo me sentí. Es una especie de castillo en miniatura, lleno de altares, aunque no tenga idea siquiera de qué significa la palabra altar. Un mar de butacas para la congregación. Al centro, un hombre (siempre un hombre) que habla de lo inexplicable con tanta seguridad que hasta parece que sabe de qué está hablando. Al fondo, una imagen tallada en madera y adornada con bastante lujo que ejemplifica a un hombre (otro), descarnado y sangrando, con toda marca de injuria y mutilación, clavado de manos y pies en una estaca. Nos rodea un ambiente tenso sin razón aparente; solemne, serio y con un cierto aire de tristeza, como la sala de espera de un consultorio médico. Un asqueroso olor a ardiente incienso satura el lugar; incluso ahora el humo del tabaco me resulta más tolerable. La gente está amaestrada para reaccionar. Levántense, siéntense, arrodíllense, recen y arrepiéntanse. Rueguen por el perdón de sus pecados, pidan ayuda al Altísimo, y quizá (y sólo quizá) Él se digne a escuchar sus plegarias.
Ojalá me hubiese sucedido todo eso a estas alturas. Ojalá hubiese tenido un sentido más analítico, o por lo menos que mi mente hubiese sido menos manipulable. Pero no fue así. Tenía yo 4 años. No podía explicarme por qué iba a irme al infierno, aunque pensándolo bien, aún a mi edad actual no lo entiendo.



Es octubre. El otoño desciende sobre nuestros corazones.

Estoy en el taller de mis joyeros, esperando unas piezas mientras me trituro el pensar, ya que es lo único que se me da bien. La situación es la misma de hace varios ayeres. Estamos sujetos a la gente que llegue a comprar. Pero ha sido un suplicio. La lluvia espanta a la gente, y últimamente ha llovido como nunca, según dicen los meteorólogos en cualquier medio de información. Encima, hay una lucha de la que muchos parecen saber pero pocos entienden en su totalidad. El Gobierno decretó una Ley que afecta al Sindicato de Educación, y sus líderes-acarreados-etc han bloqueado el acceso al Centro en las últimas semanas, haciendo que el flujo de gente sea mínimo. En consecuencia, todos estamos sin trabajo.

Quien diga que estamos en una sociedad civilizada claramente no tiene problemas pecunarios. Yo nunca había visto a tanta gente tan desesperada por la falta de dinero, desde el obrero más humilde hasta el judío más adinerado, que dicho sea de paso aquí abundan y son los dueños del lugar. James Joyce debe estar revolcándose en su tumba. A diferencia de Irlanda, aquí en México entra todo mundo, así que esos virus que no se van hasta haberlo consumido todo, llegaron para quedarse.


Todos los presentes en el taller estamos consumiéndonos. El lugar en cuestión es un pequeño cuarto, adaptado de forma que caben unas mesas para trabajar, apretados pero bien. El joyero con quien trabajo ocupa un espacio de máximo cuatro metros cuadrados, y el montador (el joyero que se dedica a incrustar piedras) ocupa solo un par de metros cuadrados. Hay tres mesas altas de madera vieja, con astilleros empotrados, y sin mayor gracia que un cajón donde recogen la limalla. Encima de las mesas hay tazones de ácido sulfúrico y de agua, frascos con altincar, bórico, aceite para motor, líquidos para pavonar, abrillantar, dorar y otros brebajes. Hay fisuras, brocas, mandriles, limas, pinzas, lastras, cubos de embutido, suajes, papel de lija y otros artefactos, la mayoría ya viejos y oxidados, pero que aún sirven. Se iluminan con un par de focos de halógeno largos que a duras penas alumbran. Una serie de calendarios viejos y pósters cubren las paredes falsas del taller. La imagen del Cristo es la que resalta. Aquel que murió por cualquiera que sea el pecado que haya cometido un ser humano por el simple hecho de haber nacido. ¿Por qué el resto de la creación no está condenada al infierno? ¿El pecado humano consistirá en poder pensar y razonar?

No existe el Infierno ni el Paraíso. Cada hombre se crea su propio Infierno o Paraíso. Normalmente en este taller hay alegría, risas y un ambiente relajado de trabajo. Pero ahora parece un lugar solemne, como un cementerio. O mejor dicho, como la casa de Dios, donde todos pareciesen ser culpables de algo, aunque nadie sepa exactamente de qué. Los joyeros llevan rato sin trabajar, y a duras penas han comido. Yo no he comido en todo el día, y las deudas me llegan más al cuello de lo que alguna vez me han llegado.

Le pregunto a mi joyero cómo le ha ido, fingiendo saber que no lo sé. Me dice que está jodida la situación. Dicen que los escritores saben lo que es sufrir hambre. ¿Por qué nunca usan las palabras que realmente usa la gente pobre? Todos regulan el vocabulario, quizá para no incomodar al lector. Pero como dice cierta canción: “las letras no entran cuando se tiene hambre”. ¿Es tan malo decir que estamos bien pinches jodidos y no tenemos para un chingado taco, en vez de referirnos a la pobreza como “una escasez que parece perseguirnos aún después de la muerte”? ¿A alguien le importa realmente nuestra falta de tacto para expresar lo que realmente uno siente? ¿Importa más el no parecer unos imbéciles de mal gusto que un estómago vacío? ¿O es acaso el hecho de que una escritura impecable distingue al buen escritor del pobre aficionado que nunca dirá nada bueno? ¿Quién fabricó esas doctrinas? ¿Los escritores que padecen un miedo mayor a ser rechazados por el editor que a describir lo que realmente piensan?

Ambos joyeros se miran tras meditar otra vez sobre mi pregunta de cómo les ha ido. No hay trabajo. Así de simple. Sólo queda el mismo camino árido de siempre: levantarnos antes de que salga el sol, vestir lo mejor posible, salir corriendo y llegar a plantarse al respectivo lugar de trabajo. Lo demás hay que dejarlo en manos de Dios. Ese mismo Dios que se burla de nuestra hambre. De nuestro sentir. Somos esclavos sin darnos cuenta. Perdemos la vida en nombre del dinero, rogando a Dios para que nos permita tenerlo. Dios no es la salvación, sino el dinero. El dinero saciará tu hambre y calmará tu sed, te vestirá con ropajes y te permitirá cierto estilo de vida dependiendo cuánto dinero ganes. Tu vida será aquello que suceda a tu alrededor mientras no estés ocupado regalando tu vida en el trabajo para conseguir al dios dinero, puesto que de éste proviene tu salud y tu bienestar. El “otro” Dios, que se compadecerá de ti si mueres en nombre del dinero.

Salgo del taller, una vez entregadas mis piezas. Regreso al trabajo. Es peor de lo que había notado. Debemos prácticamente todo. Casi hasta el alma. Llegan como 9 personas a cobrar. No hay dinero para ninguna de ellas. El infierno se hace presente. ¿Cómo es que no existe un Dios si el infierno se hace más que presente?


Pic & Photoshop by Art Mageda


Ya es invierno. He pasado por varias situaciones, así que no he regresado en un buen tiempo a este lugar del que aprendí tantas cosas. Es casi año nuevo. Falta un día para la NocheVieja. Vuelvo al taller donde cuestioné tantas veces la existencia de un ser supremo.

Encuentro a mis joyeros en una situación peor. La diabetes los ha hecho padecer más, y cada vez hay menos trabajo. El montador de piedras dice que apenas tienen para la renta, y que en Navidad prácticamente no comieron bien. El joyero dice que “gracias a Dios tiene aún algo de chamba”.

Yo cambié de aires hace tiempo. Ya no soy joyero, como pensé que iba a ser toda la vida. Ya me dedico a otra cosa. Tengo al menos mi paga segura. Mi bendición del Dios Dinero por perder la vida trabajando en su nombre. Tengo otro semblante por lo mismo, y sin embargo siento que regresé al valle de lágrimas. Hallo a la misma gente que encontré en el camino, en peores circunstancias, aún alzando los ojos al cielo, buscando la salvación, o por lo menos la bendición del Dios Dinero, aquel que saciará su hambre mientras pierdan la vida luchando por su bendición. Tengo un encargo para el joyero: un sujeto me encargó un brazalete pesado de plata maciza, como de 100 gramos, y ni tardo ni perezoso lo fabrica en menos de 2 horas. Le pago y me despido de él.

Quizá no debería afectarme tanto, pero salí de ahí con ganas de llorar. No sé si cuando vuelva a verlo estará en peores condiciones, o si mínimo lo encontraré vivo...



Me viene a la mente lo que vi cuando fui por primera vez a la casa de Él. La promesa de la vida eterna. Un aire solemne y de respeto. Algo invisible a qué asirnos, Un alivio para las almas que no saben aún a qué vinieron a este mundo. Yo tampoco lo sé, pero después de ver un caso tan aislado, lleno de sentimiento humano y de lágrimas que no brotan, de una soledad llena de esperanza, siento que vinimos a este mundo a llorar, y únicamente a llorar.

No es ésta la historia que quería contar. Yo quería hablar de la creencia humana hacia Dios y cómo ha transformado a la gente, pero terminé contando (de una forma demasiado estúpida) cómo esa creencia humana me hace sentir tan miserable…



Benedictus quit venit in nomine domini...


jueves, 19 de diciembre de 2013

C'est La Vie 041

Cuando el tráfico y el mal del puerco se alían...
¿A quién no le ha pasado?


Namaste.

domingo, 8 de diciembre de 2013

Quote

La razón por la que hice esta imagen tiene todo un trasfondo, pero es tarde y tengo que levantarme a trabajar a las 5:30 a.m... ¡A las pinches 5:30 a.m.! Sí, hay mucha gente que se levanta aún más temprano, pero bueno. Por hoy la subo, quizá mañana escriba sobre ello.

Namaste.


domingo, 1 de diciembre de 2013

Staring on the horizon




No encuentro nuevos tonos, sólo me encuentro a mí mismo.

Namaste

sábado, 9 de noviembre de 2013

AntiManga 090



El eterno forcejeo del fumador compulsivo...






Podría escribir todo esto en otro post, pero me da hueva...

Bien dicen que caer de tu nube te vuelve más humilde, especialmente si la nube estaba muy alta.

Desde hace 2 semanas ando de sinquehacer total. Se podría decir que ya me desprendí de la chichi por completo. Ya no estoy trabajando en la joyería, y espero no volver ya nunca. No es la primera vez que me salgo de ahí, aunque sí es la primera vez que estoy lleno de incertidumbre y empiezo a caer en la desesperación. Al menos las veces anteriores no tenía mayor remordimiento que el estar desempleado. Ahora tengo encima mi renta, no he comido bien en estos días (2 semanas me han bastado para bajar de peso notablemente) y no conseguir chamba me llena de pánico.
He mandado CV's a diferentes lugares, y nomás no obtengo respuesta de ninguno. Ni siquiera de aquéllos donde piden personal con jodido prepa terminada, sin experiencia laboral y que acepten sueldos de becarios (imagínense).

Yo siempre dije que podía dejar lo que estaba haciendo y trabajar de diseñador sin mayor problema. Mi problema es la falta de creatividad. Si me pudiesen un ejemplo de ilustración tema libre, entro en pánico. ¿Sobre qué chingados puedo hacerla, cuando en mi mente no hay espacio para otra cosa que no sea la preocupación de cuándo volveré a comer bien, cómo chingados voy a pagar mi renta y hasta cuándo duraré con internet antes que me lo corten por falta de pago?

Y por otro lado, el perfeccionismo siempre me pone en la madre. Cualquier diseño-ilustración-dibujo que haga que no satisfaga mis expectativas al 100 la considero una vil mierda, aún si a los ojos de los demás está muy bien hecho. Hice un Book de diseño que he enviado junto con mi CV a diferentes agencias de diseño, y dicho Book se me hace una mierda, y tras días sentado frente a la computadora, con pluma en mano y cuaderno de bocetaje abierto, es la pinche hora que no se me ocurre cómo mejorarlo.

Todo este viernes que pasó estuve intentando terminar una página web que me encargó un amigo, ya que de algún modo le he aprendido al HTML y CSS, y de igual manera, el stress, el perfeccionismo y otras chingaderas me hicieron desesperarme y rendirme. Quise despejarme, pero no se me antojó emborracharme, no estaba de humor para jugar videojuegos, ni tenía sueño de tanto café. Empecé a organizar mi mesa de trabajo, y al ver mi cuaderno donde dibujo los AntiMangas, lo hojeé, vi los que tengo ya listos, entinté el primero de ellos, lo escaneé y photoshopeé al chingadazo, y lo preparé para trepar a mi blog.

Estuve un rato contemplando el resultado final: las hojas están muy sucias, tienen rastros aún del bocetaje del lápiz, viruta de goma y me dio hueva limpiarlas mínimo con el mismo Photoshop. pero a la vez comprendí por qué me gusta tanto dibujar para mi blog, aún cuando nadie lee lo que hago.

Sí, mis cómics son una mierda, demuestran mi poco talento (o poca práctica, o ambas) para dibujar, mi falta de creatividad, mi nula capacidad de cuidar la calidad y la limpieza, y sobre todo, sacan todo mi mal gusto en cuanto a humor. Pero al mismo tiempo es terapéutico para mí. Soy demasiado perfeccionista y mamón cuando alguien me pide algún trabajo, pero esta porquería de blog es mi espacio, donde me vale una chingada dibujar bien o mal, puesto que aquí no subo nada para que alguien más aprecie lo que hago (para eso tengo mi pinche Book de diseño y las chambas freelance que hago para los demás, como la página web que le estoy haciendo al orate ese). Terminar de entintar y editar este cómic que estoy subiendo me dio cierta paz mental que no he tenido desde que me salí de la joyería. Fue recobrar el placer de dibujar por el pinche placer de dibujar, no para que los demás vean que sí la haría de diseñador, y es un respiro para mi alma. Puede sonar como una excusa para entregarme a la mediocridad, no lo sé y me vale madre, de algún modo tenía que balancear mi puto perfeccionismo.

A quien entre a leer todo esto, gracias por tomarse la molestia de ver toda una obra totalmente egocéntrica, y no una vil colección de ilustraciones agradables para la sociedad. I salute you!

Namaste.

sábado, 29 de junio de 2013

Ilust. 013 - Riza Hawkeye's Tatoo




Los fans de FullMetal Alchemist no necesitan mayor explicación sobre este dibujo. 
Lo quise grabar a láser en un Zippo, y para variar el internet me falla en estos menesteres ¬¬ así que tuve que armarme de cafeína y tabaco, y trazarlo yo mismo, tal como el círculo de transmutación humana, que pueden ver aquí.

Primero subo el original de 999ups, del cual me basé (el cual btw es el único decente en toda la interwebz)



Éste es el mío.



 y la prueba:




No se parece tanto, principalmente en las letras, soy demasiado sangrón y busqué simetría por encima de todo, así que quedaron muchos espacios en blanco y sobre todo, está medio encimado. Pero bueno, para lo que yo lo uso cumple con su propósito. Si alguien quiere que se parezca más al primero, que lo modifique al estilo DIY n___n
Ya después subiré el archivo a Mega para descarga directa, (y de paso subiré al blog la foto del Zippo grabado)...

Namaste.



Update 8-Julio--13

Por alguna razón las personas que sólo usan Corel o Inkscape tienen broncas con los archivos .EPS, lo me desconcierta puesto que Illustrator es más sangrón en cuanto a compatibilidad, así que ahora lo subo en .SVG (además que pesa muuuuuucho menos). La fuente es Augusta Regular, por si van a modificarlo.


Recuerden que es Creative Commons, úsenlo, compártanlo o modifíquenlo al gusto (suck on that Shutterstock n____n). 



Update 2: Apenas entendí por qué el primer círculo de transmutación no requería Decrypt Key y este sí, sorry por ello n_n' (no me regañen, soy medio n00b para trepar archivos a las nubes, snif)
Si a alguien aún le interesa, éste es el Key:

TZ-uh1N_E17OeG-DJDY1FwS5s6xmVIPFulJQtG8yIRY

Btw, Mega genera el Key, no el usuario, para que no me pregunten "¿no se te ocurrió otra clave más larga?" snif...
Namaste.

domingo, 2 de junio de 2013

Historias de un Infierno VIII


No estoy lucrando con ella, no me demanden, snif...





...arrodillado, alzo los ojos buscando a Dios, y no veo nada allá arriba. Sólo un cielo triste y amargo. Soy un hombre humilde jugando a ser un niño rico. O está lloviendo, o estoy llorando...



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Voy caminando al trabajo con un café de minisúper en la mano y un cigarro humeante en la otra. Mi mente divaga en los pendientes del día, en la poca venta que hemos tenido últimamente, y en que es viernes de quincena, así que quizá hoy se arregle la venta. Llego al trabajo con media hora de retraso, aunque pienso que no es tanto, mi familia contrató a una chica que diario llega a tiempo, así que por media hora no hay nada qué lamentar. Me equivoqué…

Una mujer de unos 40 años bien conservada, que disimula unos 5 años menos, está observando algunas joyas que le muestra la empleada. Me acerco y la reconozco. Había ido el día anterior a cotizar joyas para la graduación de su hija, pero se le hacía tarde para una entrevista (según ella) en las oficinas del periódico Excelsior, que queda a unos 20 minutos a pie de la plaza donde laboro, así que se fue y no volvió.
Regresó esa mañana, y me dijo que necesitaba varios regalos, que en total resultaron 15 anillos con 2 moneditas lisas colgantes en cada uno, 28 pares de mancuernillas de diferentes modelos y una pulsera, todos de plata. Me pide además una réplica de un anillo de plata con una especie de disco de acrílico rojo que ella traía, sólo que el disco de la réplica debe ser de oro macizo. Me pide que los anillos y las mancuernillas lleven un esmalte negro especial, para que queden más bonitas. No sé si lograré sacar todo el trabajo, pero acepto.




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Yo vengo de una familia de campesinos en pobreza extrema, que a duras penas aprendieron a leer y escribir. Mis padres vienen de comunidades demasiado pequeñas y aisladas como para ser consideradas como pueblos. Vinieron a la gran orbe mexicana en busca de algo mejor, tras pasar toda su infancia y parte de la adolescencia en lo que ellos llaman "la nada". Ahora son ciudadanos comunes, luchando día a día como millones en esta ciudad. Han logrado salir adelante, criar a sus hijos, darles oportunidades que ellos nunca tuvieron, y todas esas cosas que parecen sacadas de algún cuento de Juan Rulfo.



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Me dice la clienta que hay un problema con el pedido de las joyas: la graduación es al día siguiente, y para después ya no sirve el pedido. Medito rápidamente la posibilidad de fabricar el pedido a tiempo y sacar una buena utilidad pecunaria, así que tras un minuto de reflexión acepto el trabajo. Acordamos los precios y ella me deja un cheque por la mitad, mismo que me pide cobrar en unas horas, ya que necesita hablar al banco para dar de alta su chequera recién adquirida.
Tras dar detalles del pedido, dejarme sus datos para contactarla, e irse, comienza el infierno. Resuelvo ir primero a "apalabrarme" con diversos joyeros, para que se comprometan a no dejarme tirado con el trabajo. Logro acordar con 4 joyeros diferentes, quienes al parecer están más encantados que yo por el trabajo, cosa que no me sorprende del todo, no soy el único que ha sido víctima del poco trabajo en los últimos días. Negocio con un vendedor para que me consiga los mecanismos de las mancuernillas. Hablo con un 5to joyero para que saque el molde de uno de los modelos para que los vacíe en serie.
A la 1 de la tarde llamo a la clienta para preguntar por el cheque. Me dice que ya lo puedo cobrar, y corro al banco. Salgo con el dinero y regreso a la tienda. Mi hermano ya llegó, y me pide el dinero para ir a comprar la plata. Tras conseguirla a un precio increíblemente bajo, corro a fundir con un joyero ya bastante avanzado de edad (y de experiencia). Observo cómo funden en minutos casi medio kilo de plata, y proceden a sacar una chapa con un laminador eléctrico. Al terminar corto la placa resultante y la distribuyo entre los joyeros con quienes me apalabré, para que comiencen a trabajar. Y se me va la tarde en dar instrucciones y darme vueltas entre todos los talleres para supervisar el trabajo.
Todo esto es jerga de joyeros que dudo que quien lea esto (si es que alguien más lo lee) lo comprenda, pero podrá darse una idea de lo que significa fabricar con el tiempo encima.



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Desde que tengo uso de razón mis padres me han puesto en contacto con la gente de los ranchos donde nacieron, en sus palabras "para que aprendiese a valorar lo que ellos han logrado". Gente sin posesiones materiales, y a veces sin tener para comer, ya ni digamos saludablemente. Al mismo tiempo mi entorno habitual fue gente de clase media de la ciudad, con mayor educación (así como costumbres y facciones menos autóctonas) de lo que mis padres podían ofrecer.

Actualmente, donde trabajo, estoy rodeado de gente de todas las clases. Los más humildes, de quienes puedo resumir sus vidas en una mini anéctoda: una chica que conocí y que trabajó en una joyería vecina, de donde la corrieron porque recibió un billete falso: "No tenía forma de saber si era auténtico o no - me dijo - yo nunca había visto antes un billete de mil pesos".
En 2da instancia, la gente de medianos o pocos recursos, que viven al día, viven cómodamente mas no con grandes lujos, que son básicamente los empleados que han sabido administrarse con lo que ganan.
En 3er lugar, la gente de media-alta clase. Gente que les ha costado su trabajo, pero que han hecho un buen capital. Por lo general los dueños de las joyerías pequeñas o medianas.
Y por último, la gente de élite, como suelo llamarlos. Los dueños de las grandes joyerías, o bien, sus hijos o familiares inmediatos. También los dueños del Centro Joyero. No me explico aún cómo es que he entablado conversación con muchos de ellos.

Tras pasar años brincando en diferentes entornos, descubrí algunas cosas. La gente pobre tiene una cosa en común: no les interesa algo mejor. Es más fácil culpar a los demás de la precaria situación y hablar mal de la gente adinerada a poner cartas en el asunto y luchar por un mejor porvenir. Si uno tiene salud y algo de comida hay que dar gracias a Dios Padre, a Jesucristo, a la Virgencita de Guadalupe, a San Juditas Tadeo o de perdida, a algún santo con fama de milagroso, y no al mérito propio. Si tienes dinero, es que estafaste a alguien, o robas, o simplemente la vida ha sido demasiado fácil para ti, cumpliéndose la ley de Jante "si no eres nadie, estás bien". Pareciera mentira, pero esa forma estúpida de pensar es más común de lo que parece.
Por el otro lado, la gente adinerada rara vez le echa la culpa a los demás. Suelen mofarse de las creencias populares, y no son tan religiosos como la clase trabajadora. Son unos cerdos capitalistas, como los llama la gente que los envidian. Saben que si algo no deja dinero no sirve, y que lo que uno tiene es el resultado de lo que ha hecho en su vida. Para ellos, nunca hay que conformarse con lo que uno tiene, y hay que seguir adelante, y si uno está jodido es porque quiere. Sin embargo, su arrogancia es proporcional al dinero que tienen, y a quienes tienen menos suelen humillarlos o verlos hacia abajo. Conozco muchos casos así, y yo mismo los he vivido.

Esas diferentes formas de pensar, aunadas a mis orígenes, siempre me trajeron muchos conflictos. Para la gente jodida yo siempre fui el niño rico de ciudad. Para la gente adinerada de ciudad yo siempre fui el niñito pobre hijo de campesinos intentando ser alguien. Nunca he encajado en ningún ámbito social. En parte eso contribuyó para que decidiese ser antisocial. Mucha gente cree que soy así porque me siento superior a los demás. Si sentirse superior es pensar que no soy tan estúpido como quienes me juzgaron por mis orígenes y no por quien yo era, entonces quizá tienen algo de razón...




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A las 7 de la noche estoy encerrado en el edificio donde aún están trabajando los joyeros. Uno de ellos, a quien le apodan el Gato, un señor de unos 48 años, bajito, con quizá el mismo pasado que mis padres, pero que por no querer salir nunca de su zona de confort no tiene gran cosa, es mi joyero habitual, ya que tiene fácil unos 30 años de experiencia en joyería, y él accedió a fabricar los 15 anillos con sus 2 placas redondas colgantes.
Los otros dos joyeros, que tengo entendido que son cuñados, y a quienes mi hermano y yo solemos referirnos como "los Mutantes" (apodo que les puso su ex patrón, porque sus facciones les dan un cierto aire a dichos personajes que aparecían en la vieja caricatura de los Thundercats), son quienes se ofrecieron para fabricar la pulsera de argollas (que es una serie de argollitas en miniatura, unidas por un elástico) y los 28 pares de mancuernillas. Mi hermano está supervisando al 4to joyero que está en otro edificio, quien está haciendo el anillo con el disco de oro. De todos los que están trabajando es el mejor, aunque también el más lento.
Voy brincando de un taller a otro, supervisando el trabajo. Traigo pocos cigarros, y la noche va para largo, y no puedo ya salir a comprar cigarros, el velador ya cerró el edificio, y aunque no corren a nadie, ya no dejan volver a entrar.
Veo que no vamos a terminar temprano, y descarto esmaltar las piezas. Encima que ya no va a costear (tras hacer cuentas vi que malbaraté un poco el trabajo), no va a alcanzar el tiempo para el esmalte.

El Gato me cuenta un poco de su historia mientras sigue trabajando. Me habla de cómo la gente con dinero siempre lo ha hecho menos, por ser de pueblo, y que su sudor le ha costado hacerse de nombre, a tal grado que varias joyerías le llevan sus composturas y trabajos especiales. Me cuenta que él cuando llegó no conocía nada de la ciudad, y que cuando pasó por primera vez frente al Palacio de Bellas Artes se persignó, creyendo que era una iglesia. También que cuando pasó por Palacio Nacional pensó que era una vecindad enorme. Los dueños del taller que estaban alrededor (que sólo están ahí bebiendo mezcal con refresco de toronja y escuchando canciones de Emmanuel) se burlan y lo llaman "indio pendejo" como suelen llamarse entre ellos. No me da risa nada de ello. Me invade una cierta tristeza. Sin tener el mismo origen que él, sé muy bien lo que es venir de la nada a la ciudad del todo, y que no haya nadie quien te tienda la mano. Estás solo con tu tristeza, mirando siempre al cielo, buscando a alguien que enjugue tus lágrimas y comprenda tu sentir…

Tras comprobar que va a buen ritmo, regreso al taller de los mutantes, quienes son la otra cara de la moneda. Sólo les di el trabajo porque, como sé que no tienen chamba, aceptan cualquier cosa; de ahí en fuera me caen mal, son muy hocicones y tienen la sangre muy pesada. Cuando voy, uno de ellos ya está borracho, en todo el día le ha bajado más de la mitad a una botella de brandy que ha mezclado con Coca Cola. Me ofrece un vaso, y sólo para evitar discusiones (ya que odio el brandy) acepto. Está tibio, sabe horrible, pero me lo termino. En el rato que estoy, se la pasan haciendo bromas que más bien parecen indirectas, como "¿a poco ya estás cansado? ¡si los que estamos en chinga somos nosotros!" por citar una de tantas. Por prudencia me limito a sonreír, cuando en realidad estoy pensando "¡si estás en chinga es porque tienes trabajo gracias a mí, y encima te quejas, pendejo!". Los observo un rato, y decido regresar al taller del Gato.

Los dueños del taller, quienes ya están bastante borrachos, le han estado sirviendo "Palomas" al Gato, así que ya está borracho también, aunque sigue trabajando como loco. Tras comentarle que me preocupa que la clienta no quede conforme con su trabajo y me exija su dinero de vuelta, el Gato me cuenta una última historia. Hace años una señora le pidió una esclava de oro, misma que él le hizo a mano, y de un kilataje un poco mayor al solicitado. Sin embargo, la señora era una desgraciada, y una semana después de haber recogido el pedido, fue a reclamarle que la esclava, según "un conocido que era también joyero" no era oro. El Gato le dijo que no iba a discutir, y que si quería su dinero, que no había problema, pero que él había invertido su tiempo fabricando, y que el precio de la mano de obra no se lo iba a devolver, sólo el valor del metal. La señora ardió en furia y amenazó con demandarlo, con quitarle todo y meterlo a la cárcel, pero que como él no sucumbió a sus amenazas, la señora ya no hizo nada, sólo se fue hecha una fiera. Comprendo lo que me quiere decir, aunque mi perfeccionismo me insta a continuar y hacerlo lo mejor posible, para no llegar a eso.

Van a dar las 10 de la noche, y veo que aunque ya va a terminar las placas y los anillos, el Gato ya no está carburando para soldarles las argollas y pulirlos. Le digo que así está bien, que ya avanzó bastante, y que el 4to joyero (el que hizo el anillo del disco de oro) se va a encargar de terminar su trabajo. Accede y se va, no sin antes hacer una gracia final: de lo borracho que está, se le cae su cigarro al tazón del ácido sulfúrico...

Pic by Art Mageda






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Me quedo con los mutantes hasta la medianoche, tiempo durante el cual tengo que aguantar sus habladurías, por lo general demasiado inverosímiles, como el que ellos han movido bastante dinero, y sólo trabajan de joyeros porque les gusta mucho el giro. De repente se me ocurre preguntarles:

-Si la clienta hubiese llegado contigo y no conmigo ¿te habrías comprometido a sacarle el trabajo?

-La verdad no - responde uno de los mutantes tras pensar un poco -. Nosotros no tenemos la culpa de que quiera todo a última hora. Tenemos que respetar nuestro tiempo. Les trabajamos a ustedes (a mi hermano y a mí) para echarles la mano, y porque la semana estuvo jodida, del lunes para acá sólo hicimos 500 pesos para los dos. Pero la verdad nosotros sabemos, y tú lo sabes, que nadie les hace estos trabajos de un día para otro, o sea, nadie le tomaría estos trabajos... - me sigue dando una larga explicación que sólo lleva a lo mismo: a ellos también les encantaría vivir mejor y tener más trabajo, pero no les gusta sacrificar nada, y se preguntan por qué sólo habían ganado 500 pesos entre los 2 en casi toda la semana. Ambos se dan cuenta (por fortuna) y no vuelven a tocar el tema.

Finalmente me entregan el trabajo a las 12 de la noche. Salimos, me despido de ellos, no sin antes decirme que ya no hay transporte hasta donde ellos viven, y que un taxi les va a cobrar 400 pesos, y van a hacer 2 horas de camino. Me dicen medio en broma "tú vives a 20 minutos de aquí, ¿qué te preocupa?" y se van. Les doy 500 para su taxi, y me voy por mi lado. Yo alcanzo el metro y efectivamente tardo 20 minutos en volver a casa.





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Al llegar simplemente atino a acostarme y llenarme de dudas y miedos. ¿Y si no alcanzo a sacar todo el trabajo a tiempo? ¿Y si al final no me costea el trabajo y termino perdiendo dinero? ¿Y si me regresan las piezas porque no las pude esmaltar? ¿Y si se enoja más que la clienta del Gato y ésta sí me demanda? La incertidumbre da paso al insomnio, y me quedo dando vueltas en mi cama.

A la una y media de la mañana, estoy empezando a conciliar el sueño, cuando suena mi celular. Un mensaje de texto. Es la clienta, diciéndome que necesita un par extra de mancuernillas, así como una placa para colgar en una gargantilla que ella ya tiene. Recibo otro mensaje de ella casi al instante, con especificaciones de lo que quiere que se grabe en cada mancuernilla y en cada anillo. Le respondo que no hay ningún problema y que podré cumplir con su pedido, aunque en el fondo no sé ni qué estoy haciendo. Me devuelve otro mensaje preguntando por el esmalte. Eso me borra el sueño por completo. Le pido disculpas, y le explico que es demasiado poco tiempo para esmaltar, a lo que responde que le entregue las piezas que va a regalar en la graduación, y que en la semana le entregue las demás piezas ya esmaltadas. Ya fastidiado, le digo que lo consideraré, y me despido. Ella parece entender que estoy fatigado, y se despide a su vez.




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No logro conciliar el sueño. Todo el recuerdo, que normalmente mantengo oculto para que no me moleste, se aparece como un monstruo que retrocedió para tomar impulso y volver con más fuerza.

Todo vuelve a mi mente. Lo que fui. Mis orígenes. Mi nula capacidad de socializar por ser lo que soy. Un hijo de campesinos que lograron ir más allá. No puedo pensar como la gente pobre, ni vivir como la gente rica, ni conformarme como la gente media. Odio las envidias de la gente humilde, odio la arrogancia de la gente adinerada, y odio la mediocridad de la gente que está en su zona de confort.

Yo tomé el trabajo porque no quise ver transcurrir el día sin venta o sin un ingreso extra. No me gusta comer cualquier cosa, me gusta poder elegir lo que me llevo al hocico. No me gusta fumar cualquier chingadera, me gustan los cigarros "caros" de 42 pesos. No me imagino tener que pagar 400 pesos para volver a casa, pudiendo pagar 3 pesos y que me tome 20 minutos, no 2 horas.
Y al mismo tiempo, creo que me estoy engañando a mí mismo. Trabajo los 7 días de la semana. No descanso, aunque desde hace semanas mi cuerpo me exige por lo menos un día entero para dormir. Siempre estoy pagando deudas atrasadas por la poca chamba, así que rara vez tengo dinero para algo más que mi comida, mis pasajes o mis cigarros. Tiene años que no tomo vacaciones. Me meto en los problemas que me meto por ser pobre y tener una mentalidad de emprendedor, tal como el pedido de esta clienta. Estoy acabando con mis nervios, mi salud, y principalmente, con mi tiempo. Toda la gente de mi edad en viernes por la noche está emborrachándose, o cogiendo, o en el peor de los casos, descansando plácidamente. Yo estoy acabándome la vida por problemas que ni son míos, en pos de una vida que no sé si podré alcanzar en algún momento de la vida. Aún lo poco o mucho que pague esta clienta no me va a sacar de mi pobreza, es sólo un pequeño trampolín para salir de algunas deudas para compensar la escasez de venta reciente. Es un círculo vicioso del cual no sé si voy a salir algún día.



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Tanto leer me ha hecho escéptico a la religión, pero en momentos de incertidumbre, duda y remordimiento como ahora, vuelvo a mis costumbres humildes de voltear hacia arriba, buscando a algo o alguien a qué asirme, para no sentirme solo en este Vía Crucis.

Pero miro al cielo, arrodillado, buscando a Dios, y no veo nada. Sólo un cielo triste y amargo. Soy un hombre humilde, jugando a ser un niño rico.

No está lloviendo, o sea que estoy llorando


En determinado punto entre los sollozos, logro conciliar el sueño, y me pierdo.






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Es sábado. Llegamos a las 8 de la mañana y continuamos trabajando, hasta que a por fin, a las 2 de la tarde queda listo todo el pedido, y ya sólo estoy esperando a que las piezas estén grabadas, cuando llega un empleado de la clienta, quien le llama a ésta para confirmar que están todas las piezas. La clienta se enfurece cuando le digo que esmaltar las piezas tiene un costo extra y tomará más días de los que le había dicho. Intento resolverlo de la manera más diplomática que puede mi corazón "indígena", que está a punto de decirle que se vaya mucho a chingar a su madre y que se busque a otro pendejo que le resuelva sus problemas y que tenga el orgullo más pisoteado que el mío para permitir que le estén dando órdenes en plena madrugada. Si hay un Dios allá arriba, como todo mundo dice, que él sea testigo que hice todo lo que pude de mi parte para cumplir. Por fortuna, la clienta acepta, y su empleado me paga el restante y se lleva las piezas. La venta está cerrada. Ya puedo respirar un poco.



Pic 2x again by Art Mageda






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Es de noche, y estoy escribiendo todo esto para desahogarme y poner en orden mis pensamientos. Sin embargo, mi vida nunca carece de ironía. Estoy escribiendo en una computadora que usualmente sólo tienen los niños ricos. Estoy bebiendo algunas cervezas, acompañarlas con cigarros de 42 pesos, mientras escucho música en unos audífonos de buena calidad, relajándome para volver a trabajar al día siguiente. Estoy cerrando y recomenzando el círculo infernal en el que estoy metido...

Sí. Me gusta jugar al niño rico y pensar que puedo tener más, aunque en el fondo siga dudando si en verdad lo lograré, y el proceso esté disolviendo mi existir. Aún así, creo que voy por buen camino...





miércoles, 29 de mayo de 2013

Sketch 007 - In the Castle of the Dream


Between misty vales
Between gloomy mountains
Under gray clouds
In the black night
On a proud horse
In black clothes
Strong weapons at hand
The infinity with dead trees
An eternity of cold
Over stone and wood
In the shadows...
Out from the mist
Out from darkness
Out from the big shadows of the mountain
The castle of the dream...
So ends the ride
That lasted a lifetime
For the master goes (in the castle of the dream) 
Inn I Slottet Fra Drømmen, de Burzum



100% brush y wacom, Photoshop


martes, 21 de mayo de 2013

C'est la Vie 040



A todos nos pasa (o eso quiero creer)




Yep, la 1ra imagen es un vil sketch que hice pa' practicar con la Wacom (ay sí ay sí ¬¬).
Me falta mucha práctica btw, estoy más acostumbrado al lápiz.




Namaste.

lunes, 22 de abril de 2013

Wacom





No sé cómo pasé tanto tiempo sin una Wacom. Por fin, no más basura de Inklet, Sketchbook, Brushes ni demás tonterías. Soy de esos tarados que no saben usar ningún programa de dibujo más que Photoshop, y esta madre es una maravilla. Tenía una tablet Genius pero sólo funciona en Windows ¬¬. Por fin puedo garabatear a gusto en mi compu, tal como la madre de arriba.


Props to Phelightning por la Wacom
Más basura próximamente.
Namaste.

sábado, 30 de marzo de 2013

Historias de un Infierno VII



Imagen por Gregory Lee. Dense una vuelta x su blog, tiene ilustraciones majestuosas.




El laberinto del sueño, donde se pierden los demonios de la memoria.



Recuerdo que voy conduciendo por alguna calle que solía conocer, aunque no era para nada similar a lo que conozco como la realidad. Había quedado de verme con una chica. Sentía que esta vez sí iba a verla.

Estoy emocionado. Siento que esta vez sí voy a sanar las heridas. Tengo una facilidad etérea para herir a la gente. Creo que es mi único don. Toda la gente que se cruza en mi camino termina yéndose como si deseasen no haberme conocido nunca. Supongo que no es raro. Siempre que camino la gente me ve con recelo. Como si esperasen que en cualquier momento fuese a atacarlos. Otros me ven con asco. Desde que tengo uso de razón he sentido esas miradas. Incluso aquellos a quienes he considerado como amigos, en algún momento han sentido vergüenza de mí. O mejor dicho, yo he hallado la forma de avergonzarlos. Es de mala educación culpar a los demás del error social que es el desdoblar la mente.

Incluso las chicas a las que amé, quienes a su vez me amaron en su tiempo, fueron más heridas que yo. De una no sé absolutamente nada, y a veces barajo la posibilidad de que se haya suicidado. En el mundo actual, donde el registro digital de almas es una lista sin escapatoria, alguien que no aparezca o está muerto o simplemente vive en alguna isla remota. Y ella quedó muy trastornada tras nuestra ruptura, así que dudo que se haya aislado del sistema. Otras dos ahora son madres solteras. No es raro en la sociedad actual, donde como dijo acertadamente una chica llamada Zirta "antes las mujeres sólo venían al mundo a buscar marido y tener hijos, ahora vienen a tener hijos y luego a buscar marido". Una más, hizo que un hombre mayor que ella, con mucho dinero y bien parecido (en sus palabras), dejase a su esposa e hijos para casarse con ella. Desconozco qué fue de ella, pero aún recuerdo las veces que, aún sabiendo que yo era todo lo contrario (jodido, feo y de su edad, no mayor) siempre me buscase, como intentando revivir lo que alguna vez sentimos pero nunca nos atrevimos a aceptar. Aquello quedó sellado en un largo beso, del que nunca nos atrevimos a darle una historia. No fuimos nada, porque nunca nos atrevimos a ser todo.

Y todas ellas tienen algo en común: yo me siento en cierta forma responsable de sus destinos. Es absurdo, pero toda la vida algo o alguien me ha hecho sentir culpable de alguna estupidez, así que es casi una respuesta natural para mí. No puede suceder nada sin que me sienta culpable. Es un infierno. Un infierno silencioso, nadie parece comprenderlo. Siempre es más fácil admitir un trastorno y seguir adelante que adentrarse en el corazón y afrontar demonios que, a fin de cuentas, no morirán mientras yo siga vivo. ¿Para qué voy a luchar contra mí mismo, si morir es la única forma de vencer definitivamente? Es como querer cambiar un muro salitroso y apolillado. Por mucho que lo pinten y resanen, la única solución definitiva será derribarlo. El día que lo tiran, el muro se ha corregido, pero ya no existe. Se puede reemplazar, pero nunca será el mismo. Si yo muero, algo más ocupará mi lugar, mas ese algo no seré yo mismo.

Pero esta vez voy con una seguridad como nunca. Sé que esta vez podré ver a una de aquellas chicas a quienes lastimé, podré lamer sus heridas y reparar su corazón, hasta el punto antes de que me conociese. No tienes la culpa de ninguna herida, intenta decirme una voz interna. No hago caso. Sé que enmendaré las cosas.

Llego a una glorieta donde siempre pasé cuando era niño. Es bastante amplia, y en medio hay una fuente con una estatua de piedra majestuosa. Cibeles en una carroza jalada por leones. A sus alrededores hay edificios viejos, donde juraría que viven fantasmas, o lo que queda de ellos. En una esquina un restaurante de esos que cobran el triple de lo que cuesta una comida normal y te sirven la tercera parte de la misma. Te dejan el estómago y la cartera igual de vacíos. Junto hay un callejón donde los fines de semana se ponen puestos ambulantes vendiendo basura inútil y desechable a precios exorbitantes. A la derecha hay una escuela primaria, y más adelante un restaurante de comida japonesa aspiracional, no es ni barato ni delicioso.

Al menos todo eso hay normalmente.

Yo voy conduciendo un Subaru. Sólo sé que es un Subaru porque fue lo primero que se me ocurrió. Creo que ni siquiera he visto uno físicamente. Y da igual. No pienso en ello en el trayecto. Ni siquiera se me ocurre que realmente no tengo coche siquiera, ni tengo licencia de conducir. Vamos, no sé ni conducir. Algo dentro de mí sabe que todo esto es un sueño, pero en estos momentos es lo de menos, voy dando vuelta a la glorieta y conduciendo a buena velocidad, esperando ver a la chica a quien debo sanar. La glorieta parece más pequeña, y alrededor no hay edificios viejos, tianguis baratos, escuelas o restaurantes de mierda. Sólo hay muros de piedra. Parece una zona de guerra.

La veo a lo lejos, caminando sobre una calle con banquetas mal hechas, pavimento de quinta, y un camellón en medio con palmeras, como si esta ciudad estuviese en alguna costa. Me estaciono rápidamente en una orilla, apago el coche y salgo corriendo tras ella. Advierto que estoy en un carril de sentido contrario, pero no me detengo. Si hago daño a todo mi alrededor, un coche mal estacionado es lo de menos. Corro tan rápido como puedo. En menos de veinte metros siento los estragos del tabaquismo. Me duele el pecho, siento que se me achica aún más, pero no puedo detenerme. Sudo frío, me falta el aire, empiezo a enfocar menos de lo desenfocado que parece mi entorno. Un corazón roto me espera, digo para mis adentros. No me voy a morir sin reparar los daños. Así que sigo corriendo

Finalmente la alcanzo, jadeando y resoplando. Ella siente mi mano sobre su hombro. Voltea y sonríe asombrada. Podría jurar que se le humedecen los ojos mientras exclama "¡Hola!". La veo, y no hago nada. Siempre imaginé cómo reaccionaría si la volvía a ver. Fantaseaba sobre qué cara debía poner, qué debía decir, incluso cómo debía sentirme. Pero al estar frente a ella, no digo nada. No puedo. Veo que todo ya está perdido. Todo tiene sentido ahora. No puedo sentir nada por nadie más. Y no puedo dejar de engañarme a mí mismo. Nunca me he sentido culpable de nada, aún si es mi culpa realmente. Lo que me hace sentir mal es precisamente la falta de interés. El no poder preocuparme por nada. Y el dolor que siento es egoísmo disfrazado de empatía. Así que me alejo de ella. Aún si soy egoísta y no pienso más que en mí, ella no merece otra herida por ello.

A dos cuadras me detengo, sin mirar atrás. Entonces todo se vuelve aún más extraño. En una calle que juraría conocer, me detiene alguien que conozco. Más bien parece la sombra de alguien que conozco, pues no tiene forma. Me dice que ya es hora. Y caminamos a paso ligero hacia lo que parece un hospital en miniatura. Entro, donde un doctor más alto que yo me observa con ojos de desazón. Hay otras personas junto a él. Familiares y amigos, gente que insistía en mostrar genuina preocupación por mi porvenir, aunque algo dentro de mí sabe que, aunque están tristes y sollozando sólo son sombras. Sombras que asimilan muy bien los sentimientos. Casi tan bien como yo, el rey egoísmo.

Entro a una sala que parece sacada de una película futurista. Asimov tendría un orgasmo en seco al verla. Un cuarto de unos tres por dos metros. Arriba tiene una serie de focos blancos, que alumbraban como la antesala al paraíso. Un magneto electrónico sostenía una especie de tabla, similar a las de surf, pero sin aletas, y totalmente hecha de titanio. Me recordó la tabla de Silver Surfer. Fuera de ello, no había nada más en el cuarto. Ni muebles ni sillas, aunque el ambiente se sentía esterilizado. Sin duda era una habitación para cirugías. Un enfermero llegó al cuarto, movió un interruptor que había en la pared, y el magneto pareció soltar la tabla. El enfermero la tomó antes de que cayera, y me indicó recargarme sobre ella boca arriba. Así lo hice, y en el instante volvió a activar el interruptor, con lo que la tabla se sintió atraída de nueva cuenta por la plancha magnética, pero con mi peso no se levantó más de un metro del suelo; y así quedé, acostado en la tabla, que resultó ser una camilla flotante que creaba un perfecto balance entre el poder del magneto del techo y mi peso, para dejar la camilla a suficiente altura para que un cirujano pudiese operar. No parecía que se fuese a voltear y me fuese a caer durante la operación, parecía muy rígida para estar levitando.

Estaba preguntándome cómo harían para operar a alguien sin que el magneto también atrajese el escalpelo o las pinzas, cuando llegaron dos cirujanos, un anestesiólogo, y una enfermera. Atrás de ellos estaban las sombras, llorando y despidiéndose de mí.

No fue hasta entonces que cobré plena conciencia de lo que sucedía. Había algo malo en mí, y tenía que ser removido. Sin embargo, no bastaba con resanar el muro. Había que derribarlo para siempre. Sólo así dejaría de seguir lastimando a todos a mi alrededor. Un pensamiento cruzó mi cabeza: nadie me explicaba para qué querían operarme, si de todos modos la intención era matarme. No había nada que pudiese objetar. Los cirujanos estaban preparando los escalpelos. El anestesista preparaba una jeringa. La enfermera preguntó a qué hora iniciaría. uno de ellos dijo que en cuanto recibiese el pinchazo de la anestesia. Quería gritar, pero no me salía la voz. Nunca sentí tanto miedo, no quería observar cómo me abrían la caja torácica. Siempre me han dado escalofríos los cuerpos abiertos. Nunca lo he soportado. No me dan miedo ni asco, sólo nervios. Siempre que veo un órgano interno, imagino mis propios órganos, lo que me da mucha aprehensión. Nunca he sabido explicarlo. Recuerdo que entró la aguja con el suero en mi brazo, y que no sentí dolor al ser inyectado, y en cuanto sacaron la jeringa ambos cirujanos acercaron los escalpelos a mi pecho, mientras las sombras empezaron a llorar con fuerza, a gritar y convulsionarse.

Me vino a la mente la clásica frase de "Si fueses a morir en los siguientes momentos, ¿cuáles serían tus últimas palabras?". Pero yo estaba demasiado aterrado por estar aún consciente mientras me abrían, y aún más me aterraba saber que ese era mi último acto en vida. La anestesia estaba surtiendo efecto, y me entró un sueño relajante, aunque por lo visto iba a tardar en hacerme perder la razón, así que ardí en llanto, y busqué gritar una última cosa antes de perder control de mi cuerpo. Agarré el brazo del cirujano, quien estaba empezando a hundir el escalpelo en mi pecho. Las lágrimas brotaban como una fuga en una toma de agua mal puesta, y le grité "por lo menos esperen a que me quede bien dormido, no quiero estar consciente mientras me matan". El cirujano asintió y alejó el brazo. Empecé a llorar, y dije un adiós silencioso a las sombras que lloraban. Ya no volverían a llorar ni sufrir por mí. Nadie más volvería a sentir dolor por mi existir. Y ese pensamiento calmó mi terror. Sentí cómo una paz extraña me envolvía, como rayos de sol tras una noche fría. Ya no importaba si mi dolor por herir a los demás era real o falso. Sentí que por primera vez estaba haciendo algo bueno por los demás. Los estaba librando de mí.  Y eso me reconfortó. Abracé a mi muerte mientras iba perdiendo el sentido, hasta que lo perdí por completo. El muro había sido derribado con éxito...




Desperté en mi cama. Todo había sido un sueño. Sentí mi rostro. Había estado llorando. Estaba temblando. El terror que sentí había sido demasiado real. Tanto que intenté levantarme, y me costó darme cuenta que estaba de vuelta en el mundo. Me costó trabajo adaptarme a la realidad, puesto que la experiencia fue tan vivida que por un rato no supe diferenciar al sueño de la realidad. Recordé un libro sobre chamanismo, donde explicaban que los sueños es una dimensión tan real como en la que decimos vivir, y no simples fabricaciones del inconsciente mientras uno duerme. Y eso me dejó aún más confundido. ¿Podía ser que el yo que existe en la dimensión del sueño murió, mientras yo desperté vivito y coleando en el mundo gris y vacío de la gente "racional"? ¿Podría también ser que, mi existencia deja tanto dolor a su paso que hasta a mí mismo tuve que asesinar, sin razón aparente?

No sé aún qué pensar. Pero en esta vida no es como los libros, donde por alguna razón mágica, tienen después todo el tiempo del mundo para meditar sobre ellos. Los envidio. Yo tengo que irme corriendo a trabajar, porque otra vez se me hizo tarde. Quiero ver cuánto tiempo pasará antes de perder la cordura por un simple sueño.


El laberinto del sueño, donde se pierden los demonios de la memoria...

lunes, 11 de marzo de 2013

Historias de un Infierno VI


Estoy en una cantina de mala muerte. No sé que hago aquí. Terminó el día laboral, y unos colegas me invitaron unos tragos. No he comido en todo el día, así que ya estoy borracho con sólo unas cuantas cervezas.

Estos últimos meses han sido horribles. Estoy demasiado estresado, cansado y fastidiado. Los problemas me llegan al cuello. Cada acto es olvidar que estoy hundido, y no tengo hacia dónde ir, y eso me enfurece. No he tenido dinero siquiera para tomar, así que acepto gustoso la invitación. Aunque a decir verdad, yo mismo me invité, y para mi fortuna mis colegas no son envidiosos, al contrario, para ellos cualquiera que se les una es bienvenido.

Estuvimos un par de horas bebiendo y fumando afuera de uno de los locales de grabado, discutiendo sobre un montón de temas referentes al trabajo. Yo soy joyero, mis colegas son grabadores, así que podemos hablar sin sentir que estamos con la competencia o con el enemigo. Los temas son los mismos (no es la primera vez que me quedo a beber con ellos), hablamos de la situación, de que no hay ventas ni trabajo en ningún lado. Mal de muchos, consuelo de tontos. Saberlo me reconforta y al mismo tiempo me deprime aún más. Significa que no parece haber solución a mis problemas, ni hacia dónde moverse.

Los policías de la plaza nos piden que nos vayamos, ya que van a activar las alarmas y no puede quedarse nadie dentro. Salimos, y ellos se dirigen hacia una cantina que está a unos 200 metros. Yo no quiero ir, odio ese lugar. Pero no tengo a dónde ir ni con alguien más, y no me apetece seguir bebiendo en casa, así que decido acompañarlos. Va el dueño de los grabados, uno de los empleados y la esposa de éste, quien apenas entró a trabajar, más para cuidarlo que por necesidad.


El tiempo pasa rápido. El reloj marcaba las 9:40 cuando llegamos, y cuando me doy cuenta, ya casi es medianoche. Yo estoy demasiado borracho. El empleado y su esposa ya se fueron, y la cantina está repleta de gente mayor que yo. El más joven rondará por los 40, soy el único de 27 en ese tugurio. ¿Por qué no hay nadie de mi edad, en cualquier lugar al que voy? ¿Qué hago aquí?

Estoy de pie recargado en la barra, intentando saborear mi cerveza, aunque ya tengo el paladar adormecido. Enfrente hay un ejército de botellas, formadas y listas, y tras de ellas un espejo. Hay un pequeño hueco entre las botellas frente a mí, en el cual dirijo la mirada. Veo mi reflejo. Llevo 7 años acabándome la existencia en el trabajo, pero mi rostro refleja el doble de años. Tengo más canas que muchos señores de ahí. Me da repugnancia lo que veo, y más asco me provoca tener que observar esa maldita decrepitud cada día.

Los meseros sólo reaccionan cuando alguien les grita que les sirvan otra. El dueño de los grabados está bebiendo y hablando con una señora que rondará por los 40, rolliza y ya muy borracha. Junto a ellos hay otros dos borrachos, bebiendo y discutiendo. En las mesas de atrás hay muchos señores, todos gritando, riendo y fumando. La ley antifumadores de esta maldita ciudad no parece tener poder en este lugar, cosa que de algún modo agradezco. No he terminado un cigarro cuando ya estoy encendiendo otro, y así me he terminado casi una cajetilla en sólo dos horas. La rockola tiene cumbias a todo volumen, y vuelvo a preguntarme por qué estoy ahí.

Volteo al espejo y veo otra vez mi reflejo. Una vida tan ruin desde mi punto de vista. La señora rolliza me trae un recuerdo que siempre he querido sepultar...


La primera vez que me emborraché fue tras una pelea con una ex-novia cuyo nombre no quiero acordarme. Estaba triste, y como no sabía qué hacer, quise recurrir al olvido como todo mundo: con alcohol. Tenía 18 años. Fui a un bar, donde empecé a pedir cerveza tras cerveza. Después de 10, ya estaba muy mareado. Una señora gorda que estaba a mi lado también estaba borracha, aunque no tanto. Traía, según recuerdo, un vestido negro, el cual remarcaba sus lonjas, aunque también le levantaba el busto y el trasero, ambos prominentes, aunque no muy firmes. Tenía el cabello rizado y largo, y por las facciones me pareció la dueña de algún tugurio de burlesque, o hasta la chica de una casa de citas. No me quitaba la vista de encima. Después de un rato, me pidió un cigarro, y después me ofreció algo que me pareció una grapa de cocaína. Le di las gracias, pero le aseguré que no me interesaban las drogas. Me preguntó por qué estaba triste. Le expliqué a grandes rasgos, y al final no dijo nada, sólo me pasó la mano por la espalda y me dijo "estás muy joven para llorar por amor".
Salí del bar y me paré en la avenida a esperar un taxi. La gorda me alcanzó, y me pidió dinero para ella poder tomar un taxi también. Saqué algunas monedas y se las di. Llegó uno, se subió, y me dijo que subiera con ella. Estaba tan borracho que accedí.
Después todo se me hace confuso. Medio recuerdo que en el camino le puse las manos en sus orondos y flácidos senos, mientras ella reía e intentaba hacer que me quedara quieto, y al mismo tiempo daba instrucciones al taxista para llegar a su destino. Llegamos a una calle obscura, donde bajamos. Le pagué al taxista y se fue. Recuerdo que tenía unas ganas incontrolables de orinar. Ella me dijo "Espérame aquí, voy a pedirle dinero a mi marido y ya nos vamos a coger" y desapareció en lo que parecía la entrada a una vecindad, igual de obscura que la calle. La idea me estremeció. Aunque ya había explorado con las manos a una ex que tuve a los 15, y a la chica con la que andaba entonces (suena ridículo, es mejor decirlo coloquialmente: "aunque ya me había fajado a dos viejas"), hasta entonces nunca había tenido sexo tal cual, y en ese entonces tenía miedo de quedar en ridículo con mi novia por ser aún virgen y no saber cómo proceder, así que no estaría mal "practicar" con esa puta gorda, que al parecer era toda una "Cougar" fanática de los falos jóvenes y fuertes. Al menos todo eso pasaba por mi ebria cabeza.
Ella tardó, y yo ya no soportaba la urgencia de orinar, así que fui al rincón más obscuro de la calle, junto a un trailer estacionado a pocos metros, y ahí oriné rápidamente, cuidándome de las patrullas y de cualquiera que pasase por ahí. Terminé y volví al lugar donde me indicó esperarla.
Fue entonces cuando, ya con la mente y el cuerpo más tranquilos, la cobardía se apoderó de mí. ¿Qué tal si el "marido" de la gorda se percataba de que iba a coger con otro y salía a buscarme, y yo desarmado, borracho y sin dinero? ¿O qué tal si la gorda me pegaba una infección si todo salía según lo planeado? Se me ocurrieron un buen de estupideces, así que empecé a correr, lejos de ahí. Nunca había estado borracho, así que gran parte del trayecto lo di en zig zag, mientras volteaba para asegurarme que nadie me seguía e intentaba mantener el paso rápido sin tropezar. Al final llegué a una avenida conocida, paré un taxi y me fui. Me botó a 1 cuadra de mi casa, afuera de un kindergarden, donde recuerdo que vomité. Entré a mi casa y me quedé dormido.
Al día siguiente vi a una señora barriendo afuera del kinder donde vomité. Quizá alguna facción me delató, porque se me quedó viendo con ojos de muerte cuando pasé por ahí. Después supe que la chica que era mi novia estuvo muy preocupada porque nadie supo de mí, y yo llegué muy tarde (nostalgia me da recordar aquella época en que los celulares apenas estaban poniéndose de moda y no cualquiera traía uno). Me pidió disculpas por la discusión del día anterior, y yo hice lo mismo. Recuerdo que prometí no volver a embriagarme, puesto que tuve una muy mala experiencia (que obviamente nunca le conté).

9 años después de esa experiencia, me resulta inconcebible no emborracharme. Por otro lado, me entristece saber que me duele menos recordar a esa puta gorda que a la puta que consideraba mi novia en aquel entonces.





Estoy solo en esta cantina. Solo, para variar. Estoy cansado, triste, fastidiado, y gracias a tanto alcohol los recuerdos se hicieron más pesados. Tengo ganas de ir a donde haya gente de mi edad. Pero no tengo mucho dinero, y debe durar lo más posible. Tengo que irme a casa. No quiero gastar en un taxi, y pronto cerrarán la estación del metro. Me despido del dueño de los grabados, de la gorda que me recordó esa experiencia. Salgo, y por primera vez en mucho tiempo, veo que tomé más de la cuenta. Termino vomitando. Eso también me trajo recuerdos.

Logro llegar a la estación, tomar el último tren y llegar a casa. Paso antes a un puesto de tacos de birria que está siempre abierto, sin importar la fecha o la hora. 5 tacos y un consomé bastante picosos me traen de vuelta al mundo. Llego a casa y me quedo dormido.


Despierto, y veo mi reflejo. Peor que el día anterior. Sé que la semana que se avecina va a ser aún más pesada. Y la memoria me estorba demasiado. Aún así, me da algo de curiosidad saber qué recuerdos me traerán los acontecimientos de mi próxima borrachera.

viernes, 4 de enero de 2013

AntiManga 089

That's why...


Namaste

jueves, 3 de enero de 2013

Dream Sequence Test 2



Algún día he de hallar ese sonido que mi mente conoce pero no sabe entonar.
Namaste

miércoles, 2 de enero de 2013

Dream Sequence Test


Hace poco menos de 2 meses me había quedado sin teléfono, así que busqué alguna alternativa a AmpKit, y sin querer hallé el mero mero: Logic Studio. Uno de sus programas, Mainstage, resultó ser la mamá de los pollitos. Tiene más funciones de las que yo conozco, y es una maravilla. Ahorita que ya tengo teléfono de vuelta, AmpKit se me hace un juguete frente a Mainstage.

Aunque, al igual que todo lo que me gusta hacer, no he podido dedicarle el tiempo que quisiera. ¿La razón? El trabajo. Hundir cualquier otra cosa con tal de satisfacer la maldita necesidad, que no parece terminarse nunca. Pero bueno, así es esto del abarrote.






Buen 2013. Namaste.