domingo, 18 de mayo de 2014

Historias de un Infierno X



Pic by myself


Cuando tenía 7 años encontré un gato afuera de mi casa. Resultó una gatita, la cual adopté. De mis recuerdos más antiguos hay uno de un rottveiler mordiéndome el brazo a mis escasos 3 o 4 años. Aún tengo la marca de donde me mordió. Quizá fue por eso que le tengo una cierta fobia a los perros (aún a la fecha), por lo que me incliné por tener un gato de mascota. El animal era blanco con manchas verdes y negras, y una nariz rosada. No me dejaron tenerla dentro de la casa, así que se la vivía afuera de la puerta, siempre merodeando en los alrededores. Supongo me encariñé mucho con esa gata. Mi infancia fue un infierno, de la cual daría lo que fuese por expulsar de mi memoria por siempre, y esa gatita fue de las pocas cosas buenas que recuerdo. Tenía ya 16 años la última vez que la vi. Unos vecinos se encariñaron con ella, y cuando se mudaron, se la llevaron consigo. Fue la última vez que la vi.


Actualmente tengo 28 años, y ese recuerdo parece muy distante y cercano a la vez. Mi vecina actual tiene varias mascotas, 5 perros y una gatita, curiosamente muy parecida a la que tuve: de manchas verdes y negras con la nariz rosada. Cabe decir que aunque se parece, no es la misma gatita.

Odio a sus perros. Todo el día se la pasan ladrando, se cagan por todos lados, y uno de ellos, el más grande no tiene nada de adiestramiento, le encanta abalanzarse sobre quien se le ponga enfrente. A mi vecina la tiró una vez por ello y terminó en el doctor del golpe, pero ni así les da por educarlos o mínimo atarlos.

Lo más triste de un animal es el destino que ellos y nosotros compartimos: la muerte. Es lo único cierto en esta vida.

En los últimos meses me encariñé con su gatita. Siempre dejo la puerta de mi cuarto abierta para que se ventile el humo del cigarro, y de la nada se acercaba a mí maullando. Está medio flacucha, pero no se ve desnutrida. Supongo mi vecina nunca le pone atención más que para alimentarla y eso de paso cuando le da de comer a los perros. Pero no se acercaba a mí para que la alimentara, sino porque casi exigía atención.Sólo venía un rato por una dosis de caricias, después se iba. Me encariñé con ella puesto que diario llego del trabajo únicamente a encerrarme en mi pocilga, solo, sin nadie con quién hablar o siquiera sentir algún tipo de contacto. A veces me desesperaba que llegase exigiendo atención mientras yo estaba ocupado, o intentando dormir, o simplemente que me llenase la ropa de pelo. No pensé que fuese a encariñarme tanto con ese chingado animal.

Ayer no la vi. Tuve algunos problemas en la oficina, y un cobro inesperado del banco sobre lo que había reservado de mi quincena en mi cuenta de nómina. Llegué abatido, y la busqué para ver si podía abrazarla un rato. Es la primera vez que realmente ansiaba verla, algo que rara vez me sucede, aún con otras personas. Me quedé dormido para evitar pensar en todos los problemas del día, y para evitar deprimirme. Desperté a medianoche. Era cumpleaños de una mujer que quiero mucho, y unos amigos me hablaron para invitarme a su casa para festejarla, aunque fuese solamente con un par de cartones de cerveza que ni nos terminamos y música a todo volumen.

A las 4 de la mañana los dejamos, puesto que debían levantarse a las 6 para ir a trabajar. Vine con esta mujer a mi casa. No hay forma decente de decirlo (¡y a quién le importa!). Venimos a tener sexo, nada más. Entramos a la casa, y vi a la gatita, metida en el hueco entre algunos muebles arrumbados que tiene mi vecina afuera de su departamento. Ella y esta mujer son amigas, gustosas de platicarse de todo. Vio a la gatita y recordó lo que le había platicado mi vecina un poco más temprano, lo cual me compartió, y de paso me arruinó la noche.

Ayer en la tarde un coche atropelló a la gatita. Mi vecina salió corriendo a recogerla. Seguía viva, pero no podía levantarse. La llevó al veterinario, quien dio un diagnóstico de la columna prácticamente destrozada. La dejó en la casa, la acostó en los sillones con un plato lleno de croquetas y otro con agua, y ahí la dejó en la noche. Le comenté que eso explicaba por qué no se levantaba de su lugar cuando la llamé, como solía hacer.

Me acerqué a acariciarla, y noté que, fuera del cuello, no podía (o no quería) mover otra parte del cuerpo. Imaginé que debía estar pasando por mucho dolor, y me comentó esta mujer que mi vecina iba a llevarla al día siguiente para dormirla, para que ya no sufriese. Eso me destrozó. Me dijo que iba a adelantarse a mi cuarto, porque si se quedaba otro rato iba a terminar por llorar.

Yo me quedé un momento más. La contemplé, y supe que, en caso de ser verdad, era la última vez que la iba a ver. Volví a acariciarla, y acaso fueron las cervezas que traía, o en verdad me encariñé mucho, el caso es que el llanto me inundó. Tenía años que no lloraba por algo o alguien. Su reacción ante mi mano, casi sin ganas de moverse, pero con mucha alegría en cuanto sintió el afecto que le mostré en estos meses, tuve que llevarme las manos a la cara para cubrir mis lágrimas y mis sollozos. Me levanté para irme, y se me quedó viendo con una expresión que lo decía todo. Estaba consciente que no le quedaba mucho tiempo, y se aferraba a la vida tanto como le era posible. No quise voltear.

Hoy desperté. Estaba solo. No sé a qué hora se fue ella, aunque supongo no tenía mucho. La noche anterior estuvimos platicando un rato, creo yo porque ella estaba consciente de mi estado de ánimo. Después de un rato me serené y me dispuse a embriagarme de su piel y ella de la mía (tan fácil que es decir "nos pusimos a coger", pero la falsa gente puritana considera esa frase de mal gusto). Tenía que irme a trabajar, así que me bañé, me arreglé, tomé 2 litros de agua para la resaca, y me dispuse a irme.

Pasé por donde estaba la gatita. Ya no había nada. Sólo una manta y un par de platitos vacíos. Todo el día he aguantado las lágrimas. Sólo he recordado por qué odio sentir afecto hacia algo o alguien. El propósito de la vida es acabarse. Así de fácil. Es más simple no sentir nada, ya que de por sí la vida se acaba en un parpadeo, y por experiencia me doy cuenta que el amor dura aún menos...