jueves, 16 de abril de 2015

Historias de un Infierno XII







La felicidad no va de la mano de la inteligencia.
___________________________________________________________


Estoy echado en el asiento número 33 de un autobús que va para un pueblo en la sierra de Guerrero. Legado de mi tan mencionado oficio, he ido varias veces. Hoy voy por una urgencia de mi familia. Y aún sabiendo el destino del autobús, no sé muy bien a dónde estoy yendo. El asiento de junto va vacío. Algo dentro de mí dice “como siempre”. Lo raro es que, como siempre, así voy más cómodo.

Campos interminables. Un sol que, entre árboles y casas construidas al madrazo, emerge victoriosamente de un tono naranja y un resplandor tan débil que aún puedo verlo de frente. De verdad que es un país hermoso. Los contemplo sin observar nada en particular. Mi latosa mente quiere ocupar mi calma otra vez, y probablemente se deba a la falta de sueño y la desesperación, así que me resigno y la dejo despertar a ese maldito baúl llamado memoria, para que su contenido me arrebate una vez más mi cordura.

___________________________________________________________

Entro a una casa enorme en una zona relativamente acaudalada. La casa, de 3 pisos, está dividida en 2: una parte es el hogar del dueño, donde vive con su familia. La otra parte está adaptada para taller, el cual tiene una recepción, una pequeña sala de juntas, un patio para descarga de camiones, donde de paso veo que hay dos máquinas enormes, una bodega, un salón para goteo en resina y un pequeño sanitario; y en el 1er piso, al que se accede en una escalera de aluminio que hace bastante ruido, hay un taller lleno de máquinas para grabado de todo tipo, donde al fondo del mismo hay otra área para oficinas y una pequeñísima cocina temporal con un comedor aún más improvisado. No hay más que yo pueda decir al respecto. Me contrataron tras mucho forcejeo de mi parte buscando trabajo, así que heme aquí.

___________________________________________________________

No hay escritor que describa un lugar sin evocar los aromas. Lo que a mí me sorprende es la increíble capacidad que tienen para describirlos a profundidad: aromas a madera vieja, a lavanda, a tierra mojada tras lluvia, inclusive a frutos (y hasta pueden decir si son secos o frescos), y un largo etcétera. Yo tengo un defecto físico (entre muchos otros): mi nariz está desviada; solamente puedo percibir aromas muy penetrantes y no siempre puedo describirlos bien, de modo que sólo puedo evocar dos en particular de aquel lugar.

___________________________________________________________

Quizá el aroma que más recuerdo es el del caucho quemándose junto con el polímero de esas tazas de porcelana.

Apenas llego, los gerentes (son como 4 en total contando al dueño) me explican que tienen un pedido urgente, y que aunque me han contratado para oficina, más específicamente el área de diseño, voy a estar los primeros días en el taller, sublimando dos mil tazas. Suena hasta raro. Como problema absurdo e inverosímil de matemáticas de la primaria. Pero son dos mil tazas las que voy a sublimar.
El área de taller en el primer piso (donde voy a trabajar) son 4 mesas grandes para trabajo, rodeadas por máquinas de grabados CO2, YAG, hot stamping, punta de diamante y otras que mi estúpida memoria no puede recordar bien. El taller mide como unos 15 por 25 metros, y de altura serán unos 3 o 4 metros, se siente la amplitud del lugar en cuanto uno accede. Las paredes blancas, sin mayor adorno que varios letreros improvisados en hojas de papel con la misma leyenda: “favor de apagar las máquinas cuando no estén en uso”. Hay en total 8 personas trabajando en el taller, todos menores o mayores a mí por una muy marcada diferencia, nadie de mi edad. Como siempre, escucho mi propio pensamiento.
Encima de 2 de las mesas hay cientos de tazas, junto a las que hay unas máquinas raras, llamadas “sublimadoras". Son unas bases de madera comprimida de unos 50x50 cms, sobre las que de un lado hay un mecanismo similar a los de las cafeteras con un temporizador y unos botones, y del otro una base con unas mordazas sujetando un tapete de caucho en forma semicircular. Hay una palanca que cierra las mordazas, redondeando el tapete de caucho a un círculo abierto, que gracias al mecanismo se calienta mediante electricidad a temperaturas y tiempos ajustables según la necesidad de quien la use.
La diseñadora se encarga de imprimir los logotipos que llevarán las tazas junto con guías de corte en hojas especiales (no recuerdo el nombre de las mismas) y me entregan un montón de hojas. Hay que cortarlas de acuerdo a las guías, pegarlas, meterlas a la sublimadora, ajustar la temperatura y el tiempo de quemado para que se adhiera la tinta de la impresión a la taza, pero no pasarse para que no salga demasiado obscuro el color. Resulta que esas tazas blancas están bañadas de un polímero (lo que sea que eso signifique) que reacciona ante el calor y la sustancia que sea que tenga la tinta y las hojas que les pegamos, lo que hace que se adhiera la parte impresa a la taza, y volviéndose resistente al agua una vez que se enfría.
-Alínea el papel a la taza. Mal hecho. Debe quedar centrado. Otra vez mal. Debes usar la menor cantidad de cinta adhesiva. Una vez más, lo estás haciendo mal. ¿Están cortando bien el papel? ¿Te estás guiando por las líneas? Bien, ya así. Ahora ponla en la sublimadora. La colocas derecha, ándale, así. Ahora déjala quemarse. En cuanto suene la máquina, la apagas, la quitas, pones la taza a un lado y te sigues con las otras 1,999. Si hay mermas nos avisas, para cobrártelas.

¿Qué estoy haciendo aquí?

Fácil. Te estabas muriendo de hambre. Otra vez. Aquí te dieron entrada, pagándote una miseria, claro está, pero por eso aquí estás.


El humo que desprende la sublimadora del caucho quemándose me castiga la nariz. Es mucho peor que el humo del tabaco. El aroma es muy penetrante. Termino tosiendo y sintiendo náuseas. Esto es cosa de hombres; pendejos, sí, pero hombres al fin, así que olvídate de cubrebocas, máscaras, o alguna de esas joterías. En total estoy 5 días fumándome ese asqueroso aroma, 13 horas diarias. No lo soporto. Tengo ganas de salir huyendo.

¿Ya te vas a rendir, putito? ¿Tras 8 meses sin trabajo? ¿Con todas las deudas que tienes?




¡Ya sé, chingada madre! ¡Déjame en paz! ¡Tú tampoco lo estás disfrutando!


Al mismo tiempo que yo, entra un sujeto supuestamente asignado a la gerencia del taller. Dura dos días, y no regresa nunca. Los demás notan que el poco trabajo que hizo, encima de ser poco, está mal hecho. Le correspondía cortar las hojas y dármelas a mí, para poder avanzar más rápido; así como acomodar en cajas de cartón las que ya están listas, para entregar al cliente, y cuando se fue, todas las tazas estaban mal acomodadas y había cortado muy pocas hojas. Una pequeña victoria mía. Yo avanzo lento pero bien hecho, y son pocas las mermas. Otro sujeto entra un día después. Según entiendo cuando nos lo presentaron, ha llegado para el mismo puesto que me ofrecieron a mí; y un rato después me anuncian la decisión: él va a estar en el área de diseño, mientras yo me voy a quedar en el taller, puesto que “me estoy desempeñando bien”. Sin embargo, el nuevo no se salva. Las tazas urgen, y se queda ayudándome a cortar hojas.

Se nota a leguas que eres un pobre pendejo. Por eso el otro se quedó en el lugar que te habían ofrecido. Se verá más chacal el wey, pero seguro él sí tiene título universitario.

Una junta con la esposa y madre de los dos hijos pequeños del dueño al día siguiente que entró el nuevo. Anuncia que lo han reconsiderado, y terminando las tazas yo me voy a quedar en la oficina, mientras él se va a quedar en el taller.

¿Decías?

...

Pide nuestra opinión. El chavo pierde la paciencia y explota. “No estudié tantos años para acabar de obrero”. No fueron esas las palabras exactas, pero eso dio a entender. Me salgo de la oficina para dejarlos discutir y vuelvo a terminar esas tazas lo antes posible, si no para ya estar en oficina, por lo menos para ya no tener que inhalar esos asquerosos vapores del sublimado. Alcanzo a ver al final cómo el chavo agarra sus cosas y se larga, enfurecido.

¿Por qué yo no puedo tomar la misma decisión e irme de aquí? El trabajo anterior irradiaba mala vibra, pero al menos me gustaba lo que hacía. Aquí es al revés. La gente es muy amigable y el ambiente es tranquilo, pero odio lo que hago.


 
No empieces otra vez de pinche nena llorona. Tienes que pagar todas tus deudas, y si caíste aquí es porque eres un pobre pendejo. Seguirías donde estabas de haber llegado temprano, aún con todo lo que sucedió. Además, no estuviste 8 meses sin hacer nada. Todo ese tiempo estuviste enviando solicitudes, yendo a un chingo de entrevistas, y no te quisieron en ningún lado porque eres un pendejo sin título, sin experiencia laboral y encima, ya casi de 30 años. Te lo voy a recordar: si entraste aquí fue porque es el primer lugar desde el trabajo en las mochilas donde te contratan y no te han dado indicios de mandarte a la chingada. ¿Recuerdas la última vez? Entraste a un lugar muy bonito de diseño web, y no duraste ni un día, porque eres un pinche estúpido y no diste el ancho. Te recriminaron por tardar tanto y escribir mal el código, y te quedaste como un niño pendejo, avergonzado y sin saber qué responder. ¿O qué tal la otra? Era la chamba de ensueño, y no te contrataron porque, como el buen asno que eres, no se te ocurrió investigar a qué se dedicaban esos weyes. ¿Y qué me dices de todas aquéllas donde ni siquiera consideraron lo que sabes o no sabes hacer y te mandaron muy lejos porque no acabaste la carrera?


 
…no tengo argumento contra la realidad…


 
Entonces no te hagas preguntas pendejas. Yo estoy más harto de ello que tú.

-Ya están todas las tazas. Deja que alguien más las empaque. Ayuda a subir unas cajas que llegaron. Son 860 estuches de sets para vinos. Con cuidado. Eso, apílalas aquí. ¿Estás sudando? ¿Fumas? Vaya que estás sudando. Muy bien, creo que son todas. Ahora hay que bajar las cajas con las tazas. Pero es mucha pérdida de tiempo que subas, las cargues, bajes y las acomodes. Te las vamos a ir aventando desde lo alto de las escaleras, tú las tienes que cachar abajo, y si las dejas caer, te las vamos a cobrar, sin contar que hay que volver a sublimarlas (lo que significa aguantar otra vez ese pinche hedor) y encima, salir más tarde. Ya son las 10 de la noche.
Pesan más de lo que creía, y el que me las avienten desde el primer piso hace más brusco el impacto. Pero logro atraparlas todas y dejarlas donde me dijeron. No dejo de sudar, pero me siento tranquilo. Cuando hago un esfuerzo físico, mis pensamientos se calman y estoy en paz.

Voy a renunciar. Me dijeron que voy a tener que hacer esto cada vez que urja un pedido. Voy a renunciar. Ya después me recriminaré por ello.

Eres un pendejo...

Es muy tarde, la contadora ya se fue, y ella es la que se encarga de las nóminas. Me indican que le deje un papel debajo de la puerta de su cubículo con las horas extra que trabajé anotadas en él, y firmado por el dueño, para que me las paguen el lunes junto con lo proporcional a los días que trabajé; y de paso me recomiendan que nunca se me olvide pasar con ella antes de que se vaya, porque por lo visto fui el único ese día que no cobró...

Ya ni modo. Con lo que me den el lunes debe alcanzarme mínimo para subsistir en lo que consigo otro trabajo.



Es lo bueno de estar cansado físicamente. Sólo así estás tranquilo ¿verdad?.

...


Es lunes. Para mi desgracia, estoy descansado física y mentalmente. Paso con la contadora antes que nada, y me pagan por fin… Lo proporcional a 4 días, que es una miseria, y por las horas extra, me dan 40 pesos.

¡40 pesos!

-Muy bien, gracias por apoyarnos en ese pedido. Ya no vas a estar en el taller, así que recoge tus cosas y pasa a las oficinas con A______ para que te explique qué vas a hacer de ahora en adelante.
-…ok.

¡40 pesos! ¡Trabajé como 10 horas extras por 40 pinches pesos! ¡Me dieron 2 pinches billetes de 20 por trabajar 10 horas! ¿Qué hago aquí? ¡Vámonos!



 
¿Qué le vas a decir al arrendador? ¿Que otra vez no tienes ni un mes de renta?
 



…puta madre.



 
No tienes opción. Sobrevive con este dinero. La siguiente quincena se va íntegra a la renta. No te va a quedar ni un peso literalmente. Ya veremos qué vender por lo menos para los pasajes y la comida de la siguiente quincena. Ni modo, es el precio de ser el pobre pendejo que eres, así que ni pienses en irte.

Se va el resto del día en que la diseñadora que será mi jefa me enseñe lo que haré de ahora en adelante. Trabajo de oficina. Y aún así, vuelvo a salir tarde.

Por fin en casa. ¿Tienes ganas de llorar?. Hazlo. En esta realidad a la que nos forzaron tus pendejadas, es lo único que puedes decidir si hacer o no.

Y eso decido con todas mis fuerzas.



________________________________________

Se detiene el autobús, y el chofer se baja. Algo está fallando en el motor. Todos reaccionan con preocupación. Yo sólo reacciono con irritación, porque eso significa  pasar más tiempo soportando a mi estúpida mente.

_________________________________________


El olor de la resina. Es el otro aroma que no puedo olvidar, y no tanto por lo penetrante, sino por los recuerdos que conlleva. ¡Bienaventurados los que pueden percibir los aromas normalmente, pues tienen más formas de dispersar los recuerdos!

El área de oficina está casi igual de distribuido que el taller, sólo que al centro no hay nada más que una columna de soporte. Todo alrededor de las paredes hay pequeños muebles de madera comprimida: escritorios con una pequeña cajonera y un par de bases superiores para impresoras o cualquier otro objeto. Son unos 5 en total distribuidos en dos paredes, de los que solamente 2 escritorios están ocupados: uno para el dueño, y el otro para una chica que, según entiendo, es la de ventas. En la otra pared sólo hay dos puertas, una accede a la oficina de la esposa del dueño, y la otra a una pequeña bodega. 

En la pared restante hay un estante en una esquina con fácil 5 impresoras, entre láser y de inyección de tinta. En la otra esquina hay otro estante con una impresora especial para las hojas de sublimado, una cortadora de hoja plotter junto con varios rollos de hojas gigantes, y junto, una impresora plotter enorme. Enmedio de ambos estantes un mueble de madera más grande, con varias cajoneras y dos lugares para dos personas. Ahí está la única diseñadora, y a su derecha el lugar que me corresponde a mí, como su nuevo asistonto.

Esa única diseñadora se convierte en mi jefa directa. El asunto es simple (?): hay que hacer “virtuales” de cómo van a quedar los grabados. Somos (ahora) los encargados de que el área de taller grabe las cosas exactamente como se le presentan las ideas al cliente, de modo que hay que vectorizar logos, acomodarlos, poner medidas, fotografiar los objetos a grabar y hacer fotomontajes, establecer fechas de entrega, entregar las muestras a la gerente del taller, imprimir las hojas para sandblast y sublimado, y sobre todo, para los trabajos en gota de resina, imprimir en plotter y pasar las hojas de todo aquello que se vaya a gotear por la cortadora de plotter.

Ve el lado bueno. Te vas a morir de hambre, pero al menos vas a estar todo el día frente a una computadora, no frente a la asquerosa sublimadora de tazas. Además, nunca has impreso (¿o se dice “imprimido”?) en una impresora plotter. Debe ser buena experiencia.


Me gustaría poder recordar todo tal como la situación de las tazas. Pero mi estúpida memoria es una mezcolanza de sucesos, ideas y pensamientos de todo ese tiempo. Ya no puedo separarlas. Ni porque he reescrito este intento de historia una y otra vez.

Esta niña que ahora es mi jefa directa, tiene un carácter muy lindo. Qué diferencia de la ex jefa de la chamba anterior, que me odió desde que me vio. Se ve simpática, hasta eso, y sabe un buen de diseño. Aparte parece ser la única que no oye banda, charanga, reggaetón o bachata de este lugar. Desde que llegué sólo pone pop, y el día que me quedé con ella, hasta rock y metal ¡Wow! Ya no he conocido chavas así. ¿Debería intentar conocerla? Quizá haga otra amiga, como en la chamba anterior que fue lo único positivo que saqué de ahí.


-¿Ya están impresas esas virtuales?

¿Por qué chingados tengo que volver a usar Corel? ¡Y encima el X4! Tan bonito que es usar el X7, no se traba tanto y es más versátil. ¡Pero no! Pareciera que soy el único pendejo al que le afecta usar versiones viejas de lo que sea. Mi reino por un café. No dan aquí ni agua. Yo que estoy acostumbrado a tomar 2 o 3 litros diarios, me estoy muriendo de sed aquí, y a duras penas puedo sacar una pequeña botella de agua que relleno en casa para ahorrar un poco.
 

-Tienes que apuntar en esta bitácora el número de orden, el nombre del cliente, qué producto se va a grabar y qué logo lleva, y te lo tiene que firmar la encargada de taller. Apúrate que son muchos.


Esta niña está llenita, pero algo tiene que se me hace atractiva. ¿Tendrá novio? ¿Por qué tanto papeleo para cada orden? ¿En serio hay tantos errores internos? Hoy sólo voy a comer una sopa Maruchan. Ya casi no tengo dinero. Cuando llegué tenía un guardadito en casa para alguna emergencia, pero me confié a que me iban a pagar bien la quincena pasada y he gastado más de lo que debo, y lo peor es que sólo en comida, ni siquiera en otras cosas. Lástima que o sale ella a comer o salgo yo, si no, ya le hubiese hecho la plática en la comida, mínimo para romper el hielo. Aunque es muy simpática, solamente es para asuntos de trabajo, de ahí en fuera es algo fría. Quizá le caigo medio mal, lo cual ya ni me extraña ni de ella ni de nadie...


-Haz el armado de estas etiquetas para yoyos. Son 500, imprime 600 por cualquier cosa. Ya te expliqué cómo alinear la hoja a la cortadora. Cuando corte 2 o 3 detenla, revisa que esté cortando y la dejas continuar. Si ya no está cortando sube la presión de la cuchilla.
 

Esa estación de radio es de Veracruz. Todos los días pone esa misma pinche estación. Sólo el 1er día puso música de todo tipo. Hoy toca otra vez Maruchan, y si me va bien, quizá unas papas. Hasta hoy que vino de mezclilla no lo había notado: el culo de esta niña es gigantesco. Tanto que no me parece bonito. Sin embargo no puedo evitar voltear a verla cuando se inclina a recoger algo. Ya se trabó otra vez la pinche máquina. ¡Chingada madre! Me está esperando el chavo de la resina para gotear rápido estos yoyos y yo todavía no puedo ni abrir el archivo. Creo que esta niña está enfadada conmigo. ¿Me habrá cachado viéndole las nalgas?

-Hay que repetir esta orden. No alineaste bien la imagen al logo, ni especificaste las medidas. Ya te he dicho que no se te olvide.

Ok, quizá no me ha cachado, o quizá ya está acostumbrada a que su trasero llame mucho la atención. Pero es peor: está cansada de repetirme tanto las cosas y que yo siga cometiendo los mismos errores. Estoy harto de poner mi cara de imbécil cuando veo que olvidé algo, por más cuidado que pongo. Me enferma que Corel se pasme tanto. Tengo que abrir el programa 4 o 5 veces para cargar el mismo archivo, y ni así. El chavo de la resina me habla de Usted. Pinche mocoso culero, me hace sentir más viejo, y encima se llama igual que yo. No puedo evitar voltear cuando gritan el nombre, aún cuando casi nunca me están hablando a mí. Ya se volvió a trabar el puto Corel, y sólo el X4 tiene el software de la cortadora de plotter, ni para intentar hacerlo desde el X7.

-Te dije que taparas el papel del plotter porque se amarillenta con la luz. ¡No puedo estarte repitiendo las cosas todo el tiempo!

¿Te quejas que el chavo te diga que estás viejo?...
Pues sí estás viejo, imbécil. Llevo años diciéndote eso. Ve, hasta se te olvida todo.



-¿Estás checando que sí se esté cortando el papel?

-Sí, lo acabo de revisar

-Ah ok.

Ya estoy hasta la madre de esa estación de radio. ¡Es radio por internet, por amor de Dios! ¡Hay miles de estaciones! Mínimo que ponga una del DF. Hoy esta niña vino con un vestido bien primaveral y está lloviendo; hasta escuché su suspiro de coraje cuando escuchó cómo caía el agua, se le va a complicar salir a comer; aunque lo bueno es que la falda del vestido le disimula un poco sus pinches nalgotas, y a mi gusto se ve más atractiva. ¿Dónde está la cámara? Urge esta pinche virtual. Extraño los tacos del Gallito. Cuestan 5 pesos y todos mal servidos, pero mínimo están mejor que las sopas instantáneas y es lo único que puedo comer sin gastar más de 30 pesos.


-El viernes me dejaste un santo tiradero. No te vayas sin ordenar tu lugar. Tuve que tirar un buen de cosas, y es la última vez que te lo digo.

Creo que sí soy un pendejo. No hay día que no me regañen. Y ni cómo defenderme, tienen toda la razón. Lo peor es que creo que sí me gusta esta niña, a pesar de que la hago desesperarse. Me atrasé para variar en una impresión plotter, me regañaron por haber arruinado 20 pinches centímetros del rollo y tuve que repetirlo. O yo despilfarro a lo pendejo, o en verdad estos weyes son muy marros. ¡El pinche rollo trae como 50 metros y se desperdicia más con las guías de corte, chingado! Son demasiados pedidos. Sin querer vi una hoja de la de ventas. 1.500 etiquetas para yoyos, y cobraron a 9 pesos cada una, y eso es solamente de un pedido. ¿Por qué pagan tan poquito entonces? No creo que hayan cobrado a peso las tazas que sublimé cuando llegué.


“Fuum”. “Fuum”. “Fuum”. “Fiiiiiiiii”.

Anoche soñé con ese pinche ruido de la impresora plotter. Me estoy volviendo loco. Aún cuando salgo estoy estresado. Ya salió por fin la primer hoja. ¿A quién se le ocurre imprimir 500 vejigas? ¡Vejigas! Me da repulsión verlas, y más en “estado normal” y en “estado enfermo”. Pinches clientes sinquehacer. Cada pendejada que se les ocurre. Y son 500 de cada una. Según mis cuentas son 3,000 impresiones en total. Me voy a tardar una semana, y estos weyes de la resina las quieren para ya, pero que no desperdicie papel. Hasta mi jefa ya les explicó que es imposible no desperdiciar, y de todos modos me regañan.


-¿Le falta mucho para terminar esa planilla de vejigas?

-No, mi chavo, ahorita te las llevo.


Pinche chamaco nalgas miadas, ¡no me hables de Usted! Ya habían puesto esa canción. ¡Chingada madre! y yo no puedo poner música ni traer audífonos. La estúpida cortadora de plotter no detecta las líneas guía y me marca error. Perdí media hora solamente intentando que agarrase la hoja, y el pinche mocoso chingando con que ya me tardé. ¿En serio soy tan pendejo? Ya estoy harto de las Maruchan, no puedo ni ir al baño por culpa de esas mierdas, pero me quedan 30 pesos y faltan 6 días para la quincena.

Entro al cuarto de goteado para entregar el pedido que (una vez más) entrego a destiempo. Es interesante ver cómo las etiquetas que les imprimo se colocan en unas mesas especiales, conectadas a un generador que calienta la mesa a sepa la verga qué temperatura, y sobre la que echan una mezcla de thinner con resina transparente con un aplicador que parece de carrito de hot dogs, para después dejar que endurezca con el calor, y quedan las etiquetas como plastificadas. ¡Siempre quise saber cómo se hacía eso! De lo único que me arrepiento es de entrar. Apenas abro la puerta, me llega un fuerte aroma a thinner. Huele también a otros solventes, que por mi poca capacidad de acumular recuerdo de los aromas, no puedo distinguir. Sólo identifico también un pequeño olor como a madera quemándose. Se me impregna tanto el aroma que me dura el recuerdo hasta la fecha.

No puedo quitarme ese pinche olor. Aunque al menos es más tolerable que el del caucho quemándose. No sé cómo no sale chemo ese pinche chamaco, si trabaja ahí bastante rato, y sólo usa un cubrebocas desechable, ni siquiera una mascarilla y menos hablemos de ventilación.

“Click” “Click” "Click"

-¿Por qué tomas tantas fotos"

-Por mi pulso...

-Pues relájate, vas a saturar la memoria de la cámara.

-...

Quiero quitarle el ruido a la pinche cámara. Ya estoy muy neuras. Todo me pone de malas. ¿Qué vergas le importa a ella si tomo una o mil fotos? Total, se borran y ya. El ruido de la cuchilla de la cortadora me pone de nervios. Siento que la voy a volver a cagar. Todo mundo en toda mi vida se ha burlado de mi pulso. No conforme con que se burlen de mi mala vista, mi poca capacidad de concentración que raya en el autismo, y demás cosas, encima tienen que joder por mi pulso. ¡Así nací, chingada madre! ¡No estoy crudo, ni soy churrero! Pendejos...




-¿Apuntaste el número de orden de esa virtual en la bitácora?

-... lo volví a olvidar. Deja la apunto...

-Olvídalo, ya la apunté yo. Ya te dije muchas veces, no se te puede olvidar. Ahorita sigues ayudándome, pero el día que estés por tu cuenta no puedes olvidarte de nada de esto, así que ponte las pilas por favor.



Otra vez que no olvide. No recuerdo ni qué hice ayer, ¿cómo quiere que me acuerde de la pinche bitácora? Probablemente ni me voy a acordar bien de los acontecimientos tal como fueron si quiero después meditar en todo esto. Si ya se dio cuenta que no le quito la vista de encima ¿por qué se viste así? La blusa que trajo hoy apenas le cubre las chichis, y más porque se ve que son para una copa mayor que ella. Es un milagro que no se le salgan los pezones. O las tiene más pequeñas de lo que pensaba. o se ven chicas por su tremendo kabús. Mejor cállate que tú tampoco tienes la verga muy larga que digamos. Debí ponerle rebase a estas madres que imprimí, están saliendo con una ligerísima línea blanca, pero sé que me van a cagar por ello, aún cuando ella fue quien hizo el diseño y las líneas de corte, y seguro "porque no tuve la sensatez de arreglarlo si ya sabía que no iban a salir bien". No estoy super dotado, pero tampoco soy pitochico, la tengo de tamaño normal; o por lo menos eso me han dicho mis pocas parejas... ¿Por qué tienen Photoshop en español? ¿Y por qué estoy pensando en mi miserable vida sexual?

“Clunk". “Clunk". “Clunk". "Clunk".

Ese ruido de la cuchilla me va a volver loco. No quiero ver ni una puta vejiga. Y ahora salieron con algo peor: cincuenta mil etiquetas para yoyos. ¡Cincuenta mil! y tenemos una semana solamente para hacerlas. Esta niña ya perdió el encanto, no hallaba una fuente de un logo y me dice “búscala en ´Gogle´”. ¿"Gogle"? ¡Google se pronuncia “Guugl”! Soy demasiado mamón, no me gusta rodearme de gente más inculta que yo. La gerente del taller ya me tiene hasta la madre. Necesita que alguien se la coja bien, es más neurótica que yo, y para todo quiere regañarme. No fue mi culpa que la impresora pequeña fallase. Y encima me mandan a que la lleve a garantía. Ni para el camión me dieron. Hubieran mandado a esta niña, con sus orondas nalgas le hubiesen hasta regalado otra. ¿Por qué estoy tan marrano si estoy comiendo tan mal? Una semana y media comiendo una Maruchan diaria y nada más.



Es viernes. Estoy de repente trabajando bien. No he olvidado ningún procedimiento, y estoy entregando todo a tiempo. Ni siquiera se me ha trabado el Corel, y la cortadora de plotter agarra a la primera. Hasta esta niña se ve de buenas. Llevamos rato trabajando en paz, y hasta se ha reído de dos tres comentarios que he hecho en broma. Quizá no es tan fría, y sólo le molestaba lidiar con mis pendejadas, pero curiosamente, eso parece ir quedando atrás, como un mal sueño. Por fin empiezo a agarrarle el gusto a esto...
De repente siento una mano que me jala del hombro con brusquedad para que voltee, y al hacerlo, girando con todo y silla y la cara de espanto de esta niña, sólo veo cómo el dueño me pone casi pegado a la cara un celular con el altavoz activado.
“Te pasas de verga, ¿cómo se te ocurre enviarme unas madres mal hechas? ¡No mames! ¿Pues a qué clase de pendejo contrataste?” entre otras cosas que alcanzo a escuchar.
Resulta que imprimí unas calcomanías que no salieron bien, y así mal impresas se gotearon en resina y se entregaron. La culpa recae en mí (aunque parte de la culpa debía ser, según yo, también del pinche mocoso por gotear así sin fijarse), y para colmo, mi jefa también sale regañada por ello. Toda oportunidad de acercarme se derrumba por completo.

-La verdad esto me da mucho coraje, y nada más porque no soy así, pero me gustaría poder regañarlos así como el cliente me habló a mí - nos dice el dueño, intentando no perder los estribos.

Con la mierda que pagas y lo matado del horario, ya sería el colmo que encima nos quieras gritar e insultar, hijo de toda tu puta madre…

Vaya, hasta que te pones de mi lado...


-Espero que ya pongas más atención en lo que haces. - me dice la jefa tras el regaño - Tú te encargaste de todo, no tenían por qué regañarme a mí también. Y más me enoja que no es lo único. Ya van varios errores que haces, que te he dicho que los consideres, y se te vuelven a olvidar, y encima... - intenta decirme algo más, pero se contiene y se guarda el coraje. Termina el día sin dirigirme ni una mirada.


Tiene razón. Todos tienen razón. Incluso yo mismo. Soy un pobre pendejo. Ahora sí te creo...

…


 
¿Qué pasó? ¿Ahora ya no quieres decirme nada?


 


Salgo de ahí muerto de hambre, stress, tristeza y cansancio. Es fin de semana, y el martes es por fin la quincena. Pero ya no tengo dinero ni para una última Maruchan. Faltan 4 días para decidir qué hacer. Ya no puedo conmigo mismo. Me causo repugnancia.

...

¿Ya te hartaste de repetirme mi realidad? ¿O estás igual de cansado que yo?


 




Está lloviendo. Recibo llamadas de amigos. Quieren verme para platicar un rato, o para echar trago. No contesto. Me voy directo a mi casa.


Ya llegamos. 
 


…

 

¿Tienes ganas de llorar?
 


…sí...


 
No te culpo. Yo también.


Las lágrimas caen sin forzarlas.


Eres un pendejo… Por eso te odio. Porque yo soy tú, y mientras sigas vivo, tengo que aguantar este puto infierno,


No sólo tú…


___________________________________________________________

Soporto el lunes, y es todo. El martes cobro mi quincena y renuncio. Hambreado y lleno de miedo, pero al menos ahora debo una renta menos.

___________________________________________________________



He terminado lo que vine a hacer a este hermoso pueblo. No han pasado ni 2 horas cuando ya estoy en el autobús de regreso a la ciudad.  Ahora voy en el asiento 36, y por fortuna también el asiento de junto está vacío.

Como siempre.


Ya estoy demasiado cansado para seguir pensando, y finalmente me quedo dormido. Por fin estoy tranquilo. Todo afán de arruinarme la calma se desvanece.

Estoy convencido. La felicidad no va de la mano de la inteligencia, y, con lágrimas inmateriales, renuncio a esa maldición llamada pensar...